Hace algunas semanas se difundió que entre 2017 y 2018 México perdió 3 posiciones en el ranking mundial de competitividad de IMD, al ocupar la posición 51 en un conjunto de 63 países. Sin embargo, la noticia no enfatizó que, de acuerdo con este indicador, nuestro país en realidad ha perdido 19 posiciones en competitividad en los últimos 5 años, cuando ocupaba el lugar 32.
La competitividad es un concepto amplio, que según Arturo Bris –director del IMD World Competitiveness Center– expresa “la manera en la que los países, regiones y empresas manejan sus competencias para conseguir crecimiento de largo plazo, generar empleos y aumentar el bienestar”. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, “una economía competitiva es una economía productiva, y la productividad conduce al crecimiento que a su vez nos lleva a (mayores) niveles de ingreso y a un mayor bienestar.”
El índice de IMD considera más de 250 indicadores correlacionados con la competitividad ya que operan de una de estas 3 formas: como factores creadores de condiciones para la competitividad, como indicadores del nivel de competitividad, o como variables que reciben los efectos directos del nivel de competitividad alcanzado. De los 4 grandes factores, este es el ranking de los que más posiciones han perdido:
Situación de México en el Reporte del Índice Global de Competitividad 2018 de IMD.
Por supuesto que existen fortalezas y comportamientos positivos en diversos elementos asociados con la productividad y la competitividad de México, que pueden servir como punto de apoyo para desarrollar una cruzada nacional para la recuperación de la competitividad y la productividad del país.
Pero es importante que el nuevo gobierno federal, que iniciará sus funciones a fines de año, desarrolle y atienda una agenda integral que ataque las trabas institucionales, sociales, económicas y políticas que han afectado la competitividad, la productividad, el crecimiento y el bienestar de México y sus habitantes. Este es un reto que resulta impostergable asumir con inteligencia, valentía y voluntad política.
*Por Jorge Alberto Mendoza, Profesor de Economía.