Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó la inflación general la cual se ubicó en 3.84 por ciento anual en la primera quincena de febrero. Al interior, los precios al consumidor del componente subyacente crecieron también 3.84 por ciento mientras que la inflación de los sectores más volátiles (no subyacente) se ubicó en 3.85 por ciento anual. Destacan los precios elevados de la inflación de las mercancías (5.5 por ciento) que contrasta con la moderación de la inflación de los servicios (2.1 por ciento). La inflación anual comienza a acelerarse al inicio del año y pudiese acotar las herramientas de política monetaria del país.
Si bien, la inflación general continúa dentro del margen de variabilidad del Banco de México, existen factores que pueden presionar a la inflación al alza en el futuro. Primero, por los choques de oferta de productos agropecuarios en el mundo aunado a un incremento en su demanda por la recuperación económica global. De hecho, los precios internacionales del trigo, maíz, soya y azúcar, entre otros, han mostrado un incremento en sus precios que pudiesen tener efectos indirectos en la economía.
Segundo, por la tendencia al alza en los precios energéticos, sobre todo, del petróleo. El clima extremoso provocó un alza importante en los precios del crudo y gas natural, y la postura de la OPEP de continuar con los recortes en la producción elevarán los precios aún más. Sin subsidios gubernamentales adicionales, los incrementos energéticos serán transferidos a los consumidores finales a través de mayores costos en la electricidad y gasolinas. La aprobación de la reciente reforma energética sólo presionará los precios de la electricidad al alza aún más.
Tercero, por la reciente depreciación del peso y una expectativa de un deterioro adicional en el futuro. El dólar se ha fortalecido recientemente por la subida en las tasas de los bonos en los mercados secundarios de ese país (por previsiones de una mayor inflación) y está apreciando al dólar. Aunado a eso, la reforma energética, que inhibe la inversión privada y extranjera, y futuras leyes anti-mercado, presionarán al peso hacia la depreciación. La persistente desvalorización del peso se reflejará en mayores costos de importaciones de bienes lo que elevará la inflación subyacente, sobre todo en el rubro de las mercancías.
Así, la inflación pudiese entrar en un episodio de deterioro que podría mitigar las herramientas de política monetaria del país. Será interesante observar la postura de los miembros de la junta de gobierno ante este nuevo escenario considerando que ahora tres de los cinco miembros tienen tendencia más dovish.
Publicado originalmente en El Financiero.