En enero de 2025, el gobierno presidido por Claudia Sheinbaum lanzó el Plan México (PM) con el objetivo de generar1.5 millones de empleos en sectores prioritarios como la manufactura, el turismo, la industria automotriz, las tecnologías de la información y el sector energético. Este plan busca apalancarse en las estrategias de nearshoring y friendshoring impulsadas a partir de la pandemia de Covid-19 y la guerra de Ucrania para acercar la producción de las empresas de Estados Unidos a sus mercados.
Pero la lógica del near/friendshoring entre los países del T-MEC (tratado de libre comercio) se puede dificultar por la imposición de los aranceles del 25% por parte de Estados Unidos. En este sentido, podría pensarse que las propuestas del Plan México se desvirtúan al no poder exportar los productos mexicanos a Estados Unidos en el marco del T-MEC, o, por lo menos, no a un precio tan favorable. Sin embargo, es precisamente por estas imposiciones que la iniciativa se vuelve más relevante.
Entre las propuestas del Plan México destacan la relocalización de industrias y la sustitución de importaciones, el incremento de empleos más productivos y mejor remunerados, la generación de valor en las empresas de proveeduría local, la mejora en la calidad de la educación media, técnica y superior y el fortalecimiento de la investigación y desarrollo (I+D). Quisiera detenerme en este último punto.
La academia lleva años comprobando que la I+D y su compañera de mercado, la innovación, son fundamentales para el desarrollo económico de los países. En parte, las propuestas del Plan México resultan de procesos de innovación al interior de las compañías, de hecho, algunas de sus acciones están íntimamente ligada al fortalecimiento del ecosistema mexicano de innovación al enfocarse en sectores intensivos en I+D como semiconductores, aeroespacial, movilidad eléctrica y farmacéutico.
El caso de la innovación farmacéutica
En la industria farmacéutica y de dispositivos médicos, el Plan México propone incentivos como tasas impositivas preferenciales para las empresas que realicen I+D en el país. También plantea objetivos como el desarrollo de nuevos centros de investigación y la atracción de fondos para la investigación médica por hasta 2,000 millones de dólares, así como el incremento en los registros de patentes y marcas. De igual forma, el Plan México contempla proyectos estratégicos en el campo de la tecnología donde la triple hélice de la innovación (gobiernos-empresas-universidades) trabaje de forma mancomunada.
Estas propuestas apuntan en la buena dirección, sobre todo si consideramos los bajos niveles en algunos indicadores que miden la innovación farmacéutica. Por ejemplo, si nos fijamos en el número de patentes farmacéuticas en América Latina, Brasil lleva la delantera con cifras 5.4 veces superiores a México y con una participación de las universidades en dichas patentes 51 veces más alta.
Ante los aranceles, más innovación
Si se logran los resultados esperados en el sector farmacéutico y las demás industrias, la economía mexicana podría pasar de ser un socio estratégico para los países del T-MEC a serlo de cualquier mercado a nivel mundial, de forma que los productos y servicios desarrollados en el país se vuelvan tan competitivos que ni los aranceles prometidos por la administración Trump logren convencer a las empresas del país vecino de mover su producción. Sin embargo, para este fin es fundamental que la I+D+i esté realmente en el centro de la discusión.
Para que el Plan México no se quede en las buenas intenciones, el compromiso del gobierno federal se debe materializar en una colaboración real, abierta y transparente con las empresas y universidades—tanto públicas como privadas—del país. La historia nos enseña que ningún esfuerzo de innovación puede florecer aislado. Por ello, es esencial que el gobierno facilite no sólo incentivos económicos, sino también plataformas efectivas para la cooperación, eliminando barreras burocráticas y promoviendo activamente la comunicación entre actores del ecosistema.
Las políticas proteccionistas de Trump, incluyendo la guerra arancelaria, no se pueden contrarrestar solo con la diplomacia y la política exterior. El Plan México es una estrategia de largo plazo que demostrará su potencial si se impulsa una verdadera triple hélice que combine políticas públicas claras, inversión empresarial decidida y generación de conocimiento académico. Solo así, México podrá transformar su plan estratégico en realidades tangibles y sostenibles.
El autor es profesor del Departamento de Finanzas y Economía de Negocios de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.
Artículo publicado originalmente en El Economista.