Malos tiempos para Davos

Un ambiente de retroceso de la globalización afecta a México en varios ángulos

En los años previos a la crisis financiera de 2008, el Foro Económico Mundial de Davos solía ofrecer una estampa de sintonía entre las élites políticas y económicas del planeta.

Una imagen que queda muy lejos tras una década en que el populismo y el proteccionismo han vuelto a la palestra para cambiar el modelo de globalización. En estos diez años pasados, como explica The Economist en su artículo reciente “Slowbalisation”, la globalización ha puesto el alto: la inversión transfronteriza, el comercio internacional, los préstamos bancarios y las cadenas de suministro han ido menguando o se han estancado.

En este contexto, Davos parece no tener prioridad en la agenda de los líderes. En 2019 hemos presenciado la ausencia de Donald Trump, Xi Jinping y Vladimir Putin, entre otros, reduciendo las expectativas de grandes anuncios y de una gran visión hacia el futuro. Un mensaje claro de que las potencias mundiales prefieren atender sus asuntos internos.

A pesar de ello, los retos globales siguen sin resolverse, como atestiguan los temas abordados en las mesas redondas de Davos: futuro de la manufactura, del consumo, del progreso, de la energía, movilidad urbana, medioambiente, entretenimiento e informática, entre otros.

En las presentaciones de representantes chinos, salió a la luz, que China parece presentar un discurso más favorable a la globalización que los mismos Estado Unidos de América, augurando un mantenimiento de las tensiones comerciales. Más aún, los datos de inversión extranjera directa y los de comercio de exportaciones e importaciones de mercancías muestran debilidad tras un año de “guerra comercial”.

Por su parte, el canciller británico Philip Hammond buscó calmar a gobiernos y grandes empresas para convencerlos de una salida de Reino Unido de la Unión Europea, pero con salvedades, a fin de que los mercados no queden abandonados. No es seguro que lo haya logrado del todo.

Con lo anterior, el ambiente es de retroceso a la globalización junto con populismo y poco respeto al sistema de comercio mundial y sus leyes y regulaciones. Ello afecta a México en varios ángulos:

  • Como representante de los países de América Latina y de las economías emergentes (aspecto de política exterior)
  • Baja la profundización de cadenas productivas y atractividad de hacer negocios con y en México (aspecto económico y de productividad)
  • Caída de la atracción de inversiones del extranjero tanto directas en sectores y planta productiva, como de portafolio (aspecto de riesgo país)

La inversión es el componente de la demanda agregada que crea empleos. La predicción de una baja y falta de dinamismo de la inversión pública, privada nacional y extranjera, impedirá que el crecimiento potencial de la economía mexicana llegue al buscado 4-5% anual.

Por otro lado, a los inversores reunidos en Davos les preocupa el crecimiento desmedido de la deuda pública de los principales países del mundo desde la crisis de 2008. Mientras que los gobiernos europeos han acelerado su convergencia para reducir deudas y déficit públicos – Angela Merkel hizo énfasis en que después de 50 años de la UE las cosas están mucho mejor— en América Latina está por ver si el compromiso y voluntad política de los nuevos gobiernos de las grandes potencias regionales, Brasil y México, se traducen en resultados.

Por último, si Davos quiere recuperar su centralidad y popularidad en el mundo, debería poner el acento en un reto mayúsculo que ha alimentado el auge del populismo: la desigualdad social. En México no debemos esperar a que se reúnan las élites mundiales, debemos luchar contra la desigualdad con las herramientas que tenemos a nuestro alcance: mantener la reforma educativa y relanzarla, y mejorar las condiciones laborales y la política social –que no sean dádivas— en un compromiso con la sociedad y en un plan multianual.

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