México es una de las 15 economías más grandes del mundo, con un ingreso promedio per cápita al año de 12,000 USD, sin embargo, aún tiene un sistema financiero poco desarrollado.
A pesar del hecho de que México fue uno de los primeros países en vías de desarrollo en liberalizar su sector financiero, el desarrollo del sistema financiero mexicano no ha alcanzado los niveles deseados de inclusión. Particularmente preocupante es el bajo nivel de acceso al crédito por parte de las empresas, aspecto fundamental para impulsar el crecimiento económico de cualquier país. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), durante 2018, sólo el 21% de las empresas en México, con 6 o más empleados, contaron con algún tipo de financiamiento a través del sistema financiero y, de todas las empresas que recibieron algún tipo de crédito, apenas el 11% corresponde a las microempresas, las cuales representan el 95% del total de las empresas y el 40% del empleo en el país, sin dejar de mencionar que contribuyen con poco más del 15% del PIB en México.
De acuerdo con el Banco Mundial, el valor del crédito al sector privado en México, como porcentaje del PIB, es del 31,4% mientras que el promedio para los países de América Latina es del 53,3% y del 107% para los países de ingresos medios y altos, grupo al que México pertenece.
Es importante mencionar que, también de acuerdo con el Banco Mundial, el 65% de los adultos mexicanos no tiene ningún tipo de cuenta bancaria y sólo 10% ahorra a través de una institución financiera, además de que el 83% de los adultos mexicanos no tiene acceso a sistemas electrónicos de pago. Estas circunstancias limitan el potencial del sector para colocar los recursos de los ahorradores en proyectos productivos que generen desarrollo económico y bienestar para la población.
El nivel de acceso a esquemas de financiamiento que tienen las organizaciones, así como el nivel de educación y cultura financiera que posee la población, y el acceso a productos y servicios financieros, entre ellos el financiamiento, son algunas formas de entender el nivel de inclusión financiera que tiene un país.
La inclusión financiera es un elemento fundamental de la inclusión social que, sin duda, podría contribuir de manera importante en la disminución de la pobreza y la informalidad económica de México y otros países en desarrollo.
En otras palabras, la inclusión financiera puede ser una palanca que impulse el crecimiento que contribuya con la reducción de la pobreza y de la desigualdad social a través de una mejor educación financiera, la generación de proyectos productivos que generen puestos de trabajo mejor remunerados y un mejor desempeño de las organizaciones, mediante una asignación óptima del ahorro y la inversión de las personas, por un lado, y las soluciones tecnológicas adecuadas, por otro, lo que sin duda tendría un impacto positivo en las finanzas públicas.
La inclusión financiera se puede impulsar mediante una mayor educación financiera que propicie una mayor cultura (financiera) y mediante la oferta de servicios y productos financieros, tanto para la población como para las micro, pequeñas y medianas empresas. Por ejemplo, el hecho de que la población cuente con servicios y productos financieros de valor que le permitan ahorrar e invertir en el sistema financiero formal, propiciaría que la asignación de los recursos para financiar proyectos productivos de micro, pequeñas y medianas empresas, sobre todo, se dé de una manera más eficiente.
De acuerdo con el Banco Mundial y el Banco Internacional de pagos, México no sólo está rezagado en comparación con todas las economías similares en el mundo, en términos de inclusión financiera, sino que su situación ha empeorado en lugar de mejorar en todos los indicadores, en los últimos cinco años. Estos hechos se acentúan, sobre todo, en las mujeres que habitan en regiones rurales y en los micro comerciantes.
No podemos dejar de reconocer que las tecnologías emergentes, que han acelerado el crecimiento de la industria Fintech, así como recientes regulaciones en esta materia, mayores esfuerzos gubernamentales y una mayor participación de diferentes agentes, han comenzado a cambiar esta situación, pero es necesario comprender con mayor profundidad cuáles son las barreras que impiden lograr la tracción que se requiere para lograr los cambios que propicien una mayor inclusión financiera en México.
Reconocemos que es un problema multifactorial que requiere de la participación de instituciones académicas, de entidades del sector financiero, de organismos del estado y de la sociedad civil, entre otros, para propiciar que las comunidades más vulnerables del país sean incluidas al sistema financiero formal y con esto impulsar su desarrollo y bienestar.
Por lo anterior, en la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, con el soporte de Mastercard, fundamos el FAIR (Financial Access, Inclusion and Research) Center, con la finalidad de propiciar la inclusión financiera de las comunidades más vulnerables de México.
El autor es Decano Interino de EGADE Business School, Decano Asociado de Investigación de la Escuela de Negocios y de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey y profesor del Centro de Evolución Digital.
Publicado originalmente en El Financiero.