Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó la inflación para el mes de febrero la cual se ubicó en 7.3 por ciento anual. Al interior destaca el nivel elevado de la inflación subyacente que persiste al alza, particularmente el rubro de las mercancías. Por otro lado, los precios del componente no subyacente repuntaron de la mano de los precios de los productos agropecuarios.
La inflación persiste en niveles elevados aún con el ajuste al alza de las tasas de interés del Banxico. La guerra entre Rusia y Ucrania está empeorando este panorama. Así, se espera que las expectativas inflacionarias se deterioren en el mediano plazo. En particular por lo relacionado con los precios de los commodities, muchos de los cuales están aumentando debido a choques de oferta en Rusia y Ucrania. Pero existe otro problema relacionado con el conflicto bélico. Una desaceleración económica más profunda de los esperado. De hecho, la economía nacional se desaceleró en el cuarto trimestre del año consolidando una recesión técnica, es decir, dos trimestres consecutivos de decrecimiento secuencial. Las disrupciones comerciales en Rusia y Ucrania podrían perjudicar el ritmo de crecimiento del país aún más.
Así, la economía podría entrar en el peor de los dos mundos, es decir, en estanflación. Aunado a ello, los elevados precios de los energéticos, en particular de las gasolinas están perjudicando a las finanzas públicas del país. Si a esto le sumamos que las estimaciones de recaudación de Hacienda se elaboraron con un pronóstico de crecimiento de 4 por ciento se avecinan problemas de finanzas públicas importantes. La aprobación de la reforma eléctrica en el año pudiese detonar revisiones adicionales de crecimiento a la baja perjudicando el PIB potencial del país. Será un año demandante.
El autor es profesor de Economía y Finanzas de EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.