Hace mas de una década, al terminar una conferencia acerca de economía circular me atreví a poner la frase, “la clave de un crecimiento sostenible está en producir menos, con menos recursos, para menos gente”. Al finalizar me llovieron los comentarios. Di una explicación muy rápida que supongo no convenció a ningún economista o mercadotecnista, pero que se resumía en que, -en esos tiempos, no se tenia en cuenta un jugador que estaba latente, con muy poca atención en la ecuación del crecimiento: la naturaleza.
El crecimiento tiene un limite. En 1972, en el impactante estudio “Límites al Crecimiento” de D. Meadows , se declaró que: “sin hacer cambios sustanciales en la explotación de recursos naturales, la tendencia más probable sería un decrecimiento incontrolable de la población, de la capacidad industrial " y, más aún, “de la calidad de vida de todos los que habitamos este planeta finito”.
Los avances tecnológicos han retrasado un poco esta tendencia, pero las consecuencias en el comportamiento del planeta son evidentes.
No se ha hecho lo suficiente, ni lo correcto.
Si hay un límite, ¿cómo controlarlo?
En los 70s, el matemático-economista Nicolas Georgescu-Roegen, padre de la bioeconomía, formuló en su libro: “La ley de la entropía y el proceso económico”, una teoría, del “decrecimiento económico”, que se resume en forma sencilla como “una propuesta que busca el crecimiento bajo una relación balanceada entre el ser humano y la naturaleza, bajo un decremento controlado y progresivo de la producción” y agregaba que “no se puede seguir incrementando el PIB en forma indiscriminada sin límite alguno, pues los recursos naturales son finitos.”
Excelentes teorías, muy razonables y de gran relevancia hoy. Algunos foros latinoamericanos las están tomando como justificación para establecer “políticas económicas de decrecimiento”, supongo que para contrarrestar el modelo capitalista que predomina en la región, pero en la realidad complicadísimas de implementar, dado que hay muchos intereses involucrados.
P. Kotter, uno de los padres de la mercadotecnia que ha promovido por varias décadas a la mercadotecnia como un efectivo motor del crecimiento, escribió hace poco algo que me sorprendió. Resumo, “los mercadotecnistas debían promover la reducción del consumismo exagerado; las empresas implementar estrategias sustentables; los gobiernos deberían poner restricciones al crecimiento económico desenfrenado; y los consumidores deberían rechazar el lema de -Más es Mejor-”. Un gran cambio de paradigma, conducente, según veo, a un cambio de conciencia hacia el pensamiento de “Menos es Más” que como dice el mismo Kotter debe de promoverse más por los mercadotecnistas sociales que por los convencionales comerciales.
Un evento que confirmó mis argumentos, ocurrió en la feria de “Residues and Waste Management” en Birmingham RU, este pasado septiembre.
Me encontré con un pabellón enorme, con cientos de grandes y medianas empresas que exponían sus productos y servicios, entre los que destacan: GE, SIEMENS, Veoia, SUEZ, y medianos emprendimientos que ofrecían soluciones para transformar toda clase de residuos, pinturas, maderas, asbestos (que yo creía extintos), plásticos, llantas, metales, productos agrícolas, ropa, electrónicos, entre otros.
Para cada residuo producido por las cadenas lineales, había empresas que lo convertían en negocio. Parecía que el principio de conservación de materia y energía se cumplía, a través de innovadores procesos, ingeniería y de nuevos modelos de negocio “circulares” (circular business driven sustainability), creándose una “economía paralela que opera en clave de Re” (re-manufactura, re-uso, etc)
En realidad, lo que estaba viendo es cómo producir valor extendido basado que lo que “ya está producido y desechado” a través de nuevas empresas, nuevos emprendedores, innovadoras empresas municipales rentables y muy competitivas, con políticas públicas enfocadas a la recuperación del medio ambiente.
Bajo este concepto “más no es mejor”, podemos evolucionar a “Re- es mejor” y así poder rediseñar las actividades económicas alineándolas a resolver problemas ambientales y sociales, integrando las utilidades de las cadenas lineales, a las de economías alternas, generando un estado estable pero creciente, entre la producción y la revalorización de los residuos, basuras y productos obsoletos.
O sea, lograr un decrecimiento del uso de recursos naturales, del daño ambiental y de la brecha social, es posible, pero creando “rendimientos sustentables crecientes” benéficos para todos. Es rediseñar una economía en clave de Re.
El autor es Profesor Emérito y Líder de la Iniciativa de Economía Circular de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.
Artículo originalmente publicado en El Financiero.