La Reforma Energética tiene como antecedente, entre otras cosas, la disminución en la producción diaria de petróleo en México, al pasar de 3.4 millones de barriles producidos al día, en 2004, a 2.5 millones de barriles en 2013 y a cerca de 2 millones en 2016, aunado al hecho de que en la actualidad cerca del 60% de la gasolina que se consume en México y poco más del 30% del gas que se utiliza en el país, son importados.
Ante esta realidad, sabemos que el gas natural y el petróleo del futuro provendrán de las llamadas “fuentes no convencionales”, que se encuentran en cuencas de lutitas y en aguas profundas. Aunque México cuenta con grandes reservas de estos recursos, carece de la capacidad tecnológica, financiera y de ejecución para extraer estos hidrocarburos de forma competitiva.
En virtud de lo anterior, la Reforma Energética abre la posibilidad de que inversionistas privados participen tanto en el sector eléctrico como en el sector de hidrocarburos.
En este último, se diseñaron las rondas, con diferentes fases de licitación, para que inversionistas privados, en diferentes esquemas, destinen sus recursos financieros, tecnológicos y humanos para explorar y extraer petróleo en aguas profundas y someras, principalmente.
De acuerdo a la Sener, se han comprometido cerca de 56 mil millones de dólares para exploración y extracción de petróleo y cerca de 12 mil millones de dólares en gasoductos, además de los casi 7 mil millones de dólares para generar energías limpias.
Todo esto apenas comienza y, sin duda, muchos de los frutos de lo que hasta ahora se ha sembrado se verán en el mediano plazo, por lo que el siguiente presidente de México debe tener claridad de lo que representa el avance que, en materia energética, el país ha logrado.
Más allá de filias y fobias, el próximo presidente de México debe cuidar la competitividad del país, propiciar mayor bienestar a las familias mexicanas y cumplir con los compromisos, en materia de sustentabilidad, que nuestro país ha asumido.
*Por Osmar Zavaleta, Director de la Sede Monterrey de EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.