Respondan sinceramente: ¿Quién desearía por voluntad propia ir a vivir, emprender, invertir, o conseguir un empleo interesante para aplicar sus talentos a Tlaxcala, Guerrero o Hidalgo? Algunos podrían decir que son estados con bella naturaleza, playas paradisiacas, gente amable y demás. Y es verdad, lo son. ¿Pero esto es suficiente para atraer talento e inversiones de calidad a los estados?
Los estados que acabo de mencionar, junto con algunos otros como Chiapas, Oaxaca o Veracruz son, según el Indice 2020 de Competitividad de los Estados (aquí), los menos competitivos; es decir, que menos atraen talento e inversiones de empresas innovadoras al país. Y también son, curiosamente, de los estados con menos aceptación hacia la comunidad LGB (personas lesbianas, gay, bisexuales y transexuales) y que más tardaron en legislar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
¿Pero a que se debe que unos estados, y países, sean más capaces de atraer talento y empresas innovadoras que generen empleos de calidad? ¿Por qué la Ciudad de México, con algunos problemas como delincuencia y contaminación, pero con alta aceptación hacia la comunidad LGB, es capaz de atraer gran cantidad de talento y empresas innovadoras? En este artículo les contaré el rol que tiene la tolerancia (especialmente hacia la comunidad LGB) y otros factores, en la atracción de talento y empresas; es decir, en su competitividad. Cuando se habla de competitividad de un territorio (país, estado o ciudad), se suele hablar de la teoría clásica de clústers e incentivos, que indica que las empresas deciden alojarse en ciertos territorios por factores como los incentivos fiscales, la disposición de medios de comunicación y infraestructura, la presencia de otras empresas que ayuden en su cadena de valor, etc.
México, y otros países, siguen invirtiendo cantidades ingentes en incentivos fiscales y en infraestructura, por ejemplo en carreteras, para que las empresas decidan alojar sus centros en diversos estados del país. La situación, para sorpresa de muchos, es que en la nueva economía, “la economía creativa” o “la economía del conocimiento”, estos factores quedan relegados para dar paso a otros que explican por que una empresa innovadora (por ejemplo, empresas de diseño, de tecnologías de distintos ámbitos, biotecnología, etc.), decide alojarse en un territorio. Estas empresas no siguen la teoría clásica de clusters e incentivos, sino que buscan donde está el “talento” que requieren (ingenieros, científicos, diseñadores, etc.) para entonces asentarse ahí.
El principal input de producción de estas empresas no son la mano de obra, o los recursos materiales. Lo que verdaderamente requieren son personas creativas para solucionar problemas complejos. Lo que el influyente economista americano Richard Florida ha denominado como “la clase creativa”: las personas que su trabajo principal es pensar y crear nuevos enfoques a los problemas. Personas con competencias relacionadas a la ciencia, la tecnología, el arte y los negocios. Mientras que las personas que trabaja en otras área, como la manufactura, están relegadas a repetir continuamente un mismo proceso sin posibilidad de aplicar su creatividad o su conocimiento en la resolución de problemas.
No es que una persona que trabaja en el sector “manual” no sea creativa, sino que su trabajo no se lo permite. En su famosa obra “The Rise of the Creative Class”, Richard Florida demuestra que las empresas innovadoras o tecnológicas, se asientan ahí donde esta la clase creativa. En Estados Unidos, por ejemplo, vemos claramente como las zonas con mayor presencia de empresas innovadoras y tecnológicas, se concentra en las zonas con mayor presencia de clase creativa.
No es extraño darnos cuenta que Google, Amazon, Facebook, Nike, Tesla, o empresas líderes en biotecnología estén asentadas en Boston, San Francisco, Seattle, NY, etc. Es aquí donde estás empresas diseñan, experimentan, crean, investigan. Este patrón no solo ocurre en Estados Unidos, también se puede observar en los países más desarrollados de Europa, Asía y Oceanía.
Diversos estudios, e incluso el premio Nobel de Economía 2019 Paul Romer, indican que hay una correlación positiva entre el asentamiento de empresas innovadoras, el porcentaje de clase creativa, y el ingreso económico promedio de un ciudadano (PIB per capita).
Hasta este momento sabemos que la competitividad, es decir, la capacidad para atraer empresas de la industria creativa y tecnológica, depende de que el país, estado o ciudad, tenga una base importante de clase creativa. Pero la gran preguntas es: ¿De qué depende que la clase creativa se concentre en algunas zonas? ¿De que depende, por ejemplo, que la mayor concentración de clase creativa en México este en CDMX (12%) y Queretaro (13.5)? *Que por cierto, ambas ciudades son líderes de innovación según el Índice de Competitividad 2020.
Según los estudios del Martin Prosperity Institute de Suecia, y del propio Richard Florida, hay dos factores importantes: 1) las amenidades culturales y sociales, y 2) la tolerancia y apertura hacia la comunidad homosexual.
Con respecto al primer factor, el talento se asienta en ciertas zonas porque ahí encuentran un espacio de exploración, un ambiente divertido y cultural donde puedan probar su creatividad de diversas formas, o pueden tener conexión con otras formas de pensar. Esto se manifiesta a través de zonas con muchas cafeterías, parques, museos, teatros, u otras formas de arte. Es por eso que podemos ver que en la CDMX la clase creativa se concentra en la Roma, la Condesa o en Coyoacán. Lo que se conoce como zonas bohemias o “barrios trendy”.
El segundo factor, la tolerancia y apertura hacia la comunidad homosexual, es para muchos algo poco intuitivo, pero los datos a nivel mundial respaldan la teoría de que aquellas zonas que más aceptan a la comunidad homosexual, suelen ser zonas donde se concentran las empresas creativas y tecnológicas, y donde también se concentra la clase creativa. Podemos ver a ciudades como Barcelona, una de las más abiertas del mundo, como el mayor hub de industria innovadora del sur de Europa. O San Francisco, que desde los años 70’s fue abierta no solo a diversas formas de amor, sino también abierta a que miles de emprendedores con ideas “alocadas” llegarán a la ciudad y encontraran un ambiente abierto y tolerante a su ideas.
No quiere decir que la comunidad LGB sea quien provocan la atracción de empresas, sino que el hecho de que una sociedad o zona acepte a esta comunidad, indica que también que puede aceptar otras ideas. Lo que da pie a la generación y concentración de empresas creativas y tecnológicas.
En pocas palabras, la industria innovadora se concentra donde esta la clase creativa, y la clase creativa decide asentarse ahí porque es una zona tolerante, no solo hacia la comunidad LGB, sino también a las ideas que retan lo establecido.
Y para todo esto, ¿cómo está México en la aceptación hacia la comunidad LGB? Según la misma imagen, nuestro país está por debajo de la media. Incluso por debajo de algunos países latinoamericanos.
Según una encuesta (aquí), apenas el 37.8% de los mexicanos apoyan el matrimonio entre el mismo sexo, y el 71% considera que las personas homosexuales no debería tener los mismos derechos que los heterosexuales. Mientras que países como Alemania y España, la aceptación está por arriba del 90%. Otros estudios sobre valores presentes en la sociedad, por ejemplo los hechos por Hofstede (aqui), dan cuenta de que México es un país con alta preferencia hacia “evitar lo incierto o desconocido”.
En una sociedad así, la gente se resiste a las nuevas ideas que retan lo establecido. México es muy alto en “Uncertainty Avoidance” con respecto a países altamente tolerantes, como Dinamarca.
Si México y sus estados quieren mejorar su competitividad atrayendo empresas innovadoras que crean más y mejores puestos de trabajo, no será suficiente con invertir en factores tradicionales. Sino en atraer a la clase creativa, y para hacerlo, tenemos una gran tarea mejorando la tolerancia hacia las diferencias y las diversas formas de ver y vivir la vida.
Publicado originalmente en Forbes.