México tierra de contrastes. Tierra de profunda belleza y complejidad. Ésta es una reflexión que surge a tan sólo unos meses de las elecciones de junio de 2024, ya que en el México que vivimos la indiferencia no debe tener cabida. No podemos permitirnos ser sólo espectadores ante los desafíos de nuestra sociedad y debiéramos asumir una postura activa, informada y crítica ante los retos que enfrentamos como país. Ya no es aceptable quedarnos de brazos cruzados ante otros datos. No podemos darle espacio a la desinformación y a la falsedad, ya que socavan la confianza y debilitan el tejido de nuestra sociedad.
Las elecciones que tomamos, tanto personales como políticas son relevantes y forjan el destino de nuestro país. Sin embargo, la elección de 2024 será una de esas elecciones históricas que cambiarán el rumbo de nuestra historia, independientemente del color de quién alcance la victoria en las urnas. El reto es grande y las oportunidades aún más. Y la responsabilidad de definir el liderazgo político de nuestra nación recae sobre nuestros hombros, debemos ser conscientes que la democracia es un gran anhelo.
Busquemos incansablemente dar forma al México que aspiramos, no sólo en palabras, sino en acciones concretas. Es nuestro país, y es nuestra responsabilidad hacer tanto como podamos por buscar construir un México mejor. Y debemos atrevernos a apuntar alto, a trazar metas que puedan incluso parecer inalcanzables, tal como llegar a la luna fue uno de los mayores retos y un sueño imposible de la humanidad alcanzado en 1969. Los grandes sueños llevan a grandes resultados, pero no es sencillo, ni inmediato. Y muchas veces es un proceso de prueba y error.
Debemos aspirar a un México donde todas y todos tengamos igualdad de oportunidades y acceso a una vida digna. México es una tierra sumamente rica en recursos, pero sobre todo en talento. Podemos lograr un México mejor si unimos fuerzas y distribuimos de manera justa y equitativa los recursos con que contamos. Pero el paso más importante para ese cambio debe de comenzar asumiendo nuestras responsabilidades cívicas y haciendo ciudadanía con participación y compromiso. Es importante salir a votar, pero también analizar y exigir resultados de nuestros gobiernos.
El México que sueño no es solo mío, estoy seguro de que es también el México que soñamos otros mexicanas y mexicanos, y no es una utopía inalcanzable. Es una visión que podemos materializar. Todas y todos, como una nación cohesionada, tenemos la capacidad de superar cualquier obstáculo y, con determinación, llegar a la luna. Este es el México que anhelamos, y es nuestro deber colectivo convertir ese sueño en realidad.
El autor es profesor de EGADE Business School e instructor en la Universidad de Harvard.
Artículo originalmente publicado en El Heraldo de México.