En las últimas décadas, el consumo excesivo por parte del consumidor ha ocasionado graves e irreversibles consecuencias al planeta, provocando emisión de gases de efecto invernadero, cambio climático, pérdida de biodiversidad, deforestación, contaminación del aire, agua, suelos, pérdida de agua, no sólo dañando los recursos naturales sino que, de acuerdo con la OCDE, comprometiendo las materias primas disponibles para el 2060.
Debido a la magnitud del daño, tanto las nuevas generaciones como las anteriores, han comenzado a tomar acción, adoptando diferentes medidas en sus patrones de consumo y estilo de vida, para disminuir el daño ocasionado y sus consecuencias, siendo mucho más conscientes del impacto socioambiental de sus hábitos de consumo.
Los consumidores están adoptando prácticas como reciclaje, reúso, reducción de uso de plásticos, reducción y manejo de desperdicios, reparación de productos, intercambio de productos, moderando el uso de recursos naturales como agua y energía, y buscando e invirtiendo en marcas conscientes.
De acuerdo con NielsenIQ, 73% de los consumidores afirman estar definitivamente dispuestos a cambiar su comportamiento de consumo para reducir el impacto en el medioambiente. Sin embargo, aunque existe una alta disposición al cambio y una buena intención, la realidad es que no siempre se refleja en acciones concretas, particularmente hablando de sus decisiones de compra ya que, por un lado, factores como precio, variedad y calidad de producto pueden desmotivar tal intención y, por otro lado, el hábito tan arraigado de compras no conscientes termina alejando la intención de la acción.
Por tanto, aunque el comportamiento del consumidor poco a poco se ha inclinado hacia un consumo sostenible, es necesario promover y empujar hacia un creciente consumo consciente que habilite no solamente la intención, sino la acción en las decisiones de compra.
El consumo sostenible, es aquel consumo que respalda la capacidad de las generaciones actuales y futuras para satisfacer sus necesidades sin causar un daño irreversible al medio ambiente o una pérdida de función en los sistemas naturales. Y aunque la compresión del tema se ha abordado desde diferentes perspectivas, como consumo verde, consumo ético, ecologismo, entre otras, de acuerdo con diversos autores podemos encontrar tres perspectivas principales dentro del consumo sostenible: consumo responsable, anti-consumo y el consumo consciente, dibujando sutiles diferencias entre cada perspectiva.
1) En el consumo responsable, los consumidores involucran preocupaciones sociales, ambientales y éticas en sus decisiones de consumo, con la intención de minimizar o eliminar cualquier efecto nocivo y maximizar el impacto benéfico a largo plazo en la sociedad.
2) El anti-consumo, implica una resistencia deliberada al consumo, e incluso un resentimiento al mismo, en donde las decisiones de compra van alineadas y son consistentes con los valores individuales del consumidor; en donde existe una aversión a la cultura del consumo y a la comercialización de la producción masiva.
3) El consumo consciente, se enfoca en la conciencia y atención del momento presente, teniendo como premisa un compromiso con el cuidado de uno mismo, la comunidad y la naturaleza; moderando los excesos en el consumo contribuyendo al bienestar de éstos. El consumo consciente, asume que los consumidores pueden elegir qué consumir y cuánto, siendo conscientes de las consecuencias de su consumo en cada una de las etapas de la decisión de compra.
Las creencias del consumidor, así como sus valores, son elementos clave en la tendencia de este comportamiento, funcionando como antídoto para las compras sin sentido ni propósito; desincentivando los patrones de compra automáticos, a ciegas y poco saludables y, de alguna forma, liberando al consumidor a hacer elecciones diferentes a las rutinarias y arraigadas por malos hábitos de consumo pasados.
De tal forma que, promover y adoptar una mentalidad de consumo consciente apoya los esfuerzos de sostenibilidad para nuestro planeta; pues es a través de dicha mentalidad que el consumidor podrá tener una conciencia plena acerca del impacto de sus decisiones de compra en su propia persona, la sociedad y el medio ambiente (desde el momento de adquirir los productos hasta el momento en el que los utiliza, consume y desecha), incrementando el bienestar en dichos ámbitos.
El consumo consciente, debe ser promovido y puesto en acción no sólo por el consumidor, sino por el gobierno desde las políticas públicas, las empresas desde sus prácticas y la oferta de productos al consumidor, las escuelas desde sus enseñanzas, y las instituciones desde sus esfuerzos para ejercer influencia en donde, de manera conjunta, nos integremos y acerquemos a una cultura de consumo más consciente y menos deliberada.
Es a través del consumo consciente que seremos capaces de preservar los recursos naturales y heredar un mejor lugar para vivir a las futuras generaciones.
Seamos conscientes, tomemos acción.
La autora es Doctora en Ciencias Administrativas de EGADE Business School y Maestra en Mercadotecnia por la misma escuela. Es Profesora Investigadora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey en el Departamento de Mercadotecnia y Análisis y Profesora del Centro de Empresas Conscientes.
Artículo originalmente publicado en El Financiero.