Tras la conmoción mundial causada por el brexit, la elección de Donald Trump ha venido a confirmar muchos de los temores sobre el advenimiento de un nuevo e incierto orden mundial. Como alerté en un artículo anterior sobre los efectos del brexit, estas tendencias electorales hacia el populismo y la xenofobia ponen en riesgo la construcción de una sociedad global más abierta, integrada y equitativa, y se hace evidente que el mundo camina hacia una mayor fragmentación. Justamente en un momento de fragilidad de la economía mundial, el regreso al proteccionismo y nacionalismo económico puede generar un costo difícilmente recuperable y dar al traste con décadas de integración y cooperación entre las naciones.
La preocupación generalizada es que las políticas como el proteccionismo, la reducción de la inmigración y el rechazo de los acuerdos sobre el cambio climático, entre otras, produzcan un grave impacto en la economía mundial, pero sobre todo en las economías emergentes, cuyo crecimiento y desarrollo depende en gran medida de los intercambios comerciales, la inversión extranjera, el compromiso medioambiental y la permeabilidad de la inmigración.
Por el momento, la imprevisibilidad e indefinición de las políticas de Trump hasta que tome posesión de su cargo en enero de 2017 han provocado mucha volatilidad en los mercados. En México está impactando especialmente la incertidumbre sobre medidas que nos afectan directamente, como la revisión o retiro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la deportación de millones de indocumentados, las cargas impositivas o decomiso de las remesas de los migrantes o la construcción del famoso muro.
Entre los efectos inmediatos de la volatilidad destaca el hundimiento del valor del peso respecto al dólar, que en la jornada electoral llegó hasta los 20.8 pesos mexicanos por dólar, un máximo histórico desde 1994, y en las casas de cambio ya ha superado los 21 pesos. En los primeros nueve meses del año, el peso perdió 14% de su valor y desde 2014 acumula una depreciación de 48%. Para contrarrestar esta pérdida de valor, el Banco de México ha aumentado recientemente las tasas de interés de 4.75% a 5.25%, el quinto incremento en un año desde el 3%, para frenar la depreciación y estabilizar la inflación – que sigue creciendo y puede sobrepasar el límite del 4%--. El Banco de México todavía podría volver a subir las tasas de interés hasta 6.75% en diciembre.
Otro impacto previsible es sobre los flujos de inversión extranjera, un rubro que sufriría en gran medida por las oportunidades perdidas ante un distinto o inexistente TLCAN, y por las sanciones económicas que puedan imponerse a las empresas estadounidenses que inviertan fuera de los EEUU. Entre otras industrias, el importante sector automotriz mexicano se podría ver afectado por la promesa de Trump de gravar con un impuesto de 35% los productos de las armadoras que operan en México. La inversión extranjera directa (IED) puede caer significativamente ante la incertidumbre actual, que está deteniendo el flujo de inversiones hasta que haya claridad sobre las intenciones de Trump con respecto a los tratados multinacionales, sobre todo el TLCAN.
De hecho, el proteccionismo comercial que Trump prometió durante la campaña, sobre todo contra China y México, puede ser la peor noticia para la economía mexicana. Ya ha declarado Wilbur Ross, virtual secretario de Comercio del gabinete de Trump, que si alguna de las partes debería hacer concesiones en la renegociación de las relaciones comerciales es México, ya que depende en 80% de las exportaciones a EEUU. Como aperitivo, Trump ha anunciado que abandona el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) que, agrupando a 12 países, entre ellos México, representaría el 40% de la economía mundial. En su lugar, anticipa la fórmula de los acuerdos bilaterales, siempre que promuevan la creación de empleos en EEUU. Si renegocia el TLCAN con México y Canadá, al cual Trump calificó como “el peor tratado comercial de la historia”, como mínimo podría imponer barreras o aranceles con el fin de reducir el déficit comercial con México. En caso de cancelarlo, las consecuencias económicas, sociales y geopolíticas podrían ser muy costosas, perjudicando el crecimiento potencial de la economía en toda la región norteamericana, y el bienestar de millones de consumidores que hoy disfrutan de acceso a bienes con precios competitivos debido al libre comercio.
La segunda fuente de ingresos externos para México son las remesas enviadas por los más de 34 millones de mexicanos que viven o trabajan en EEUU, otro de los blancos de Trump, quien ha sugerido con ellas costear la construcción del muro. Ya sea por la vía impositiva, por las restricciones a las transferencias, o por la poco probable e ilegal confiscación de las remesas, como ha recordado Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, el impacto puede ser muy importante para un país que en 2015 recibió un total de 24,784 millones de dólares por esta vía, que se han convertido en importante detonante del gasto de consumo en México.
Estos factores, sumados a una menor demanda por parte de EEUU y otro probable tijeretazo al gasto público en México, impactarían directamente en la expectativa de crecimiento del país. La depreciación del peso no ha sido suficiente para estimular las exportaciones y el consumo interno, aunque inició con gran dinamismo en 2016, se ha debilitado y es aún débil para compensar la probable caída de la demanda estadounidense. El Banco de México ha reducido las previsiones de crecimiento para 2016 a un rango de 1.8-2.3% (el FMI prevé que la economía mexicana termine el año en 2.1%), mientras que para 2017 algunos analistas han señalado que ahora es más probable que la economía mexicana pueda incluso entrar en recesión en la primera mitad de 2017. Este débil crecimiento podría profundizarse debido a un auge de políticas proteccionistas también en otros países, por lo que México deberá abordar la tarea pendiente de diversificar el destino de sus exportaciones y enfocarse en otras regiones y países. Quizá el fracaso del TPP pueda servir para reforzar las relaciones comerciales con socios asiáticos como China o mirar hacia la poca integrada región latinoamericana, empezando por Centroamérica y el Caribe.
Lo deseable para Norteamérica es que el gobierno de Trump enfoque la alianza estratégica del TLCAN a favor del crecimiento de la región norteamericana y la cooperación económica, social y cultural con sus socios. Esto incluye asumir la responsabilidad de compartir con México un intercambio comercial de más de 583 mil millones de dólares y una frontera de 3,184 kilómetros. La nueva administración estadounidense debe dejar la retórica de la confrontación de lado y continuar con la cooperación en materia económica, educativa, migratoria y de seguridad de los últimos años. De lo contrario, la región podría quedar rezagada frente a otras regiones del mundo, y perder décadas de integración económica y social.
Otro frente que puede sufrir un importante retroceso es la lucha contra el cambio climático, que corre un grave peligro en un momento decisivo para mantener el alza de las temperaturas en un rango manejable. Trump ha prometido derogar los acuerdos mundiales contra el calentamiento global so pretexto de que son una “farsa” inventada por China para socavar la competitividad de EEUU. Si abandona o rebaja el Acuerdo de París, aprobado por 196 países, se puede infringir un daño irreversible al planeta y a la economía global, que a largo plazo puede sufrir los enormes costos de la subida de la temperatura a escala mundial.
Ante estas intenciones, tendríamos que esperar a ver lo que el hoy presidente electo va a impulsar y ejecutar una vez siendo presidente en funciones, aunque algunos de los nombramientos a la fecha hacen pensar que sus intenciones se pueden ver materializadas. En este contexto, a quienes hemos trabajado tantos años a favor de un cambio hacia la inclusión de la sostenibilidad en los negocios, nos sobreviene la consternación y el desaliento. Como decana de EGADE Business School, escuela que lidera múltiples iniciativas que promueven la sostenibilidad corporativa y una educación de negocios responsable – como el Pacto Mundial y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas—, me preocupa mucho esta regresión, pero no puedo sino reafirmar nuestro compromiso con la lucha contra el cambio climático y la sostenibilidad económica, social y medioambiental, mismo que seguiremos impulsando en la formación de líderes comprometidos con la prosperidad global, y en las actividades de investigación que conlleven a modelos de negocios que contemplen y promuevan la sostenibilidad de esa prosperidad.