Tras dos años de la reunión de la COP21 en París, analicemos en qué momento se encuentra México respecto a los compromisos climáticos adoptados en dicha cumbre. El objetivo el Acuerdo de París es contener el aumento de la temperatura "muy por debajo de los 2ºC" respecto a la era preindustrial. Los expertos estiman que es necesario reducir las emisiones entre 40% y 70% entre 2010 y 2050 para permanecer por debajo de los 2°C. La fecha límite es la COP24, que a finales de 2018 tendrá lugar en Polonia.
Encontramos que, entre las acciones clave que México ha puesto en marcha, la Ley General de Cambio Climático (LGCC) de 2012 es la pieza central, ya que fija metas ambiciosas de reducción de emisiones e incluye la elaboración de instrumentos de planeación que aseguran la comunicación y coordinación entre las distintas instancias gubernamentales.
La LGCC establece metas aspiracionales para México en materia de mitigación; como la reducción del 30% de emisiones en 2020, 50% de reducción de emisiones en 2050 en relación a las emitidas en el año 2000, y el incremento del porcentaje de generación eléctrica proveniente de fuentes de energía limpias a 35% en 2024. Si bien estas metas constituyen un verdadero desafío para México, al mismo tiempo nos sitúan a la vanguardia de los países que están realizando esfuerzos por alcanzar resultados que beneficien a la sociedad y al planeta.
Respecto a la innovación en la comunidad empresarial de México, producto del acuerdo, se ha promovido en el sector industrial el aumento de eficiencia y la adopción de mejores prácticas, sobre todo en pequeñas industrias, como por ejemplo:
- Formular normas, estándares y un sistema de incentivos para regular el consumo energético futuro, incluidos mercados de servicios energéticos.
- Adoptar mejores prácticas y comportamientos, tanto a lo largo de las cadenas productivas como por los consumidores finales.
- Certificar los productos generados a partir de tecnologías eficientes.
El impacto macroeconómico de la mitigación al 2030 se espera que incremente la inversión 23% y genere un crecimiento en el PIB de 5%, con una tendencia en la reducción a la tasa de desempleo en 4% (INE, 2011).
Esto permitirá reducir las emisiones fugitivas con la adopción de mejores prácticas internacionales, factibles a partir de la nueva estructura de gobernanza del sector. Es necesario identificar metodologías adecuadas para aprovechar el gas de campos geográficamente aislados, particularmente en yacimientos de gas no convencional y en aguas profundas. También, asegurar las prácticas operativas propias de la industria a través de una mayor competencia y transparencia por la entrada de nuevos productores internacionales, así como incrementar la oferta de gas natural destinado a desplazar combustibles con una mayor intensidad de carbono (coque, combustóleo y diésel) en sectores como la industria y la generación eléctrica.
Gracias a la reconversión de refinerías aumentará el aprovechamiento de las fracciones más pesadas e intensivas en carbono, incrementando la producción de hidrocarburos ligeros. Asimismo, una plataforma de investigación, innovación, desarrollo y adecuación de tecnologías climáticas es crítica en el sector, por ejemplo, para el desarrollo de sistemas de captura y almacenaje de carbono. Aún es muy pronto para ver resultados concretos en la industria en general, pero hay evidencias, por ejemplo en la industria automotriz, de que la adopción de energías renovables en la producción es algo a lo que debemos acostumbrarnos[1].
[1] Primer Informe Bienal de Actualización ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (2015, Sermarnat).