Racional que siente
Artículo publicado en la sección “Riesgo y Valor” del periódico Reforma.
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La reina surcaba los cielos sobre su bestia, en el capítulo final de la popular serie de HBO, y la cámara muestra de cerca su rostro titiritando de furia; los músculos de la boca y las cejas -el superciliar, el cigomático, los depresores y los orbiculares- tiemblan sin control. La decisión está tomada: Lo destruirá todo, pues la venganza contra la reina enemiga es irrebatible. Al final, el rey verdadero mata a la asesina, pues a un ser que actúa de manera tan implacable, no se le puede confiar un pueblo.

Las emociones son los bloques de construcción de la personalidad; la palabra viene del latín emovere que quiere decir moverse. Las emociones son reacciones subjetivas a experiencias que preparan al cuerpo para la acción, pero sin control, producen comportamiento errático e impredecible.

En un experimento publicado por Jason Zweig del Wall Street Journal (WSJ), neurólogos midieron (en tonos de colores) la reacción dentro del cerebro de inversores, al conocer éstos el resultado de las utilidades de acciones conocidas como Apple o IBM. Cuando la sorpresa era positiva, los colores reflejaban la misma reacción que el humano muestra para la alegría, pero al caer la utilidad por debajo de lo esperado, la reacción era equivalente a la tristeza, el enojo e incluso, la traición.

Por ello, ha sido el entender del gremio financiero que las emociones nublan las decisiones basadas en evidencia dura y, que regías claras (que han sido recogidas en el cuerpo de conocimiento conocido como behavioral finance), pueden redirigir todos los vicios que la emoción puede introducir en las decisiones de inversión.

¿Son entonces las emociones reflejos peligrosos e indeseables siempre? No, de ninguna manera, pero si tienen su lugar muy concreto en la experiencia humana. Siendo que un estímulo causa de inmediato emociones primarias como la alegría, el enojo, tristeza, miedo y compasión o bien, secundarias como vergüenza, culpa, envidia, duda y pasión. Generales y entrenadores usan la emoción para inspirar seguridad y fiereza en sus equipos; instructores usan espeluznantes historias para causar cautela en los clientes de actividades deportivas de alto riesgo, etc. En un caso legendario, el profeta Natán relata una historia de terrible injusticia al Rey David, el cual es llevado a la ira, sólo para descubrir que el profeta se refería a él mismo y su asesinato de Urías.

En conclusión, las emociones nos preparan para la acción, nos permiten delinear el comportamiento futuro y nos llevan a vibrar con las necesidades, logros y dolencias de los seres que nos rodean, ayudándonos también a interactuar con ellos, además de enmarcarlo todo dentro de la experiencia cultural y artística de toda actividad humana.

No obstante lo anterior, y muy en linea con lo publicado en el WSJ, hay poco lugar para las emociones en el ámbito de las decisiones financieras, aunque por desgracia, es en esa esfera en donde más se observan dentro de la economía, simplemente por el hecho de que los estímulos que causan temor y euforia, son constantes. Lo más prudente sería implementar en el equipo un proceso en el que se perciban cuando se gestan, se razonen, dando espacio también para analizar la circunstancia que las produjo y su entendimiento y, se logren manejar con agilidad hacia buen puerto.

La economía de hoy esta inmersa en riesgos que provienen de la rienda suelta que los políticos han propiciado en las masas hacia todo tipo de emociones (el miedo a los inmigrantes, la búsqueda del dinero fácil y ajeno, el odio a los ricos y la fascinación con el redentor en turno), pero un escrito del antiguo Israel me sorprendió más que ningún otro en este tema: "Nada hay tan engañoso y perverso como el sentimiento humano, ¿quién lo podrá entender?". Nunca podremos controlar las emociones, pero debemos aprender a dominar, si acaso, nuestra reacción a ellas, poniendo primero la razón y la evidencia, y dando un tiempo a meditar antes de tomar una decisión fatídica. Como se mencionó en el ensayo anterior, no somos casi nunca un racional que siente, sino un emotivo que piensa. 

Publicado originalmente en Reforma.

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Racional que siente
Artículo publicado en la sección “Riesgo y Valor” del periódico Reforma.
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La reina surcaba los cielos sobre su bestia, en el capítulo final de la popular serie de HBO, y la cámara muestra de cerca su rostro titiritando de furia; los músculos de la boca y las cejas -el superciliar, el cigomático, los depresores y los orbiculares- tiemblan sin control. La decisión está tomada: Lo destruirá todo, pues la venganza contra la reina enemiga es irrebatible. Al final, el rey verdadero mata a la asesina, pues a un ser que actúa de manera tan implacable, no se le puede confiar un pueblo.

Las emociones son los bloques de construcción de la personalidad; la palabra viene del latín emovere que quiere decir moverse. Las emociones son reacciones subjetivas a experiencias que preparan al cuerpo para la acción, pero sin control, producen comportamiento errático e impredecible.

En un experimento publicado por Jason Zweig del Wall Street Journal (WSJ), neurólogos midieron (en tonos de colores) la reacción dentro del cerebro de inversores, al conocer éstos el resultado de las utilidades de acciones conocidas como Apple o IBM. Cuando la sorpresa era positiva, los colores reflejaban la misma reacción que el humano muestra para la alegría, pero al caer la utilidad por debajo de lo esperado, la reacción era equivalente a la tristeza, el enojo e incluso, la traición.

Por ello, ha sido el entender del gremio financiero que las emociones nublan las decisiones basadas en evidencia dura y, que regías claras (que han sido recogidas en el cuerpo de conocimiento conocido como behavioral finance), pueden redirigir todos los vicios que la emoción puede introducir en las decisiones de inversión.

¿Son entonces las emociones reflejos peligrosos e indeseables siempre? No, de ninguna manera, pero si tienen su lugar muy concreto en la experiencia humana. Siendo que un estímulo causa de inmediato emociones primarias como la alegría, el enojo, tristeza, miedo y compasión o bien, secundarias como vergüenza, culpa, envidia, duda y pasión. Generales y entrenadores usan la emoción para inspirar seguridad y fiereza en sus equipos; instructores usan espeluznantes historias para causar cautela en los clientes de actividades deportivas de alto riesgo, etc. En un caso legendario, el profeta Natán relata una historia de terrible injusticia al Rey David, el cual es llevado a la ira, sólo para descubrir que el profeta se refería a él mismo y su asesinato de Urías.

En conclusión, las emociones nos preparan para la acción, nos permiten delinear el comportamiento futuro y nos llevan a vibrar con las necesidades, logros y dolencias de los seres que nos rodean, ayudándonos también a interactuar con ellos, además de enmarcarlo todo dentro de la experiencia cultural y artística de toda actividad humana.

No obstante lo anterior, y muy en linea con lo publicado en el WSJ, hay poco lugar para las emociones en el ámbito de las decisiones financieras, aunque por desgracia, es en esa esfera en donde más se observan dentro de la economía, simplemente por el hecho de que los estímulos que causan temor y euforia, son constantes. Lo más prudente sería implementar en el equipo un proceso en el que se perciban cuando se gestan, se razonen, dando espacio también para analizar la circunstancia que las produjo y su entendimiento y, se logren manejar con agilidad hacia buen puerto.

La economía de hoy esta inmersa en riesgos que provienen de la rienda suelta que los políticos han propiciado en las masas hacia todo tipo de emociones (el miedo a los inmigrantes, la búsqueda del dinero fácil y ajeno, el odio a los ricos y la fascinación con el redentor en turno), pero un escrito del antiguo Israel me sorprendió más que ningún otro en este tema: "Nada hay tan engañoso y perverso como el sentimiento humano, ¿quién lo podrá entender?". Nunca podremos controlar las emociones, pero debemos aprender a dominar, si acaso, nuestra reacción a ellas, poniendo primero la razón y la evidencia, y dando un tiempo a meditar antes de tomar una decisión fatídica. Como se mencionó en el ensayo anterior, no somos casi nunca un racional que siente, sino un emotivo que piensa. 

Publicado originalmente en Reforma.

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