La silla incómoda

Más que saber qué silla ocupas en la empresa, me inquieta saber cómo te queda la silla, ¿grande o chica? Si es más grande que tú, ¡felicidades!, todavía puedes hacer algo por llenarla, si así lo quieres. Si acaso la ves más chica que tú, llegó el momento de cambiar; o haces tu silla más grande o te buscas una silla mayor. 

Cambiar, modificar o llenar tu silla te ofrece la oportunidad de dejar lo que ya sabes para aprender de lo que no sabes, esto genera crecimiento. ¿Y si no quieres cambiar? Ésta es también una posibilidad, pero distingue si deseas estar ahí por resistencia al cambio o porque realmente quieres quedarte en tu silla. No olvides que desde que te resistes al cambio ya no estás en tu silla completamente, estás en resistencia. La resistencia te consume recursos y te distrae.   

Si quisieras conocer como te queda la silla, ¿qué tendrías que preguntarte? Qué tal si inicias por considerar si quieres ser feliz en ella. O mejor aún, qué tal si te preguntas si realmente quieres ser feliz. ¿Piensas que es una pregunta obvia? 

Reflexiona sobre tu vida profesional, tu silla, tus metas y logros, tus costos y tus beneficios. Si dentro de cinco años no puedes declarar “volvería a vivir mi vida igual” o “pudiera repetir gustoso estos cinco años”, entonces hay cosas que replantear. Para dar respuesta a la pregunta ¿quieres ser feliz en ella? Pudieras tratar de descubrir que te hace feliz a ti. Es el poder, control, respeto, ingreso (o más bien lo que puedes egresar gracias al ingreso), placer o el estatus.  

O es la posibilidad de proveer, tener, acumular o atesorar. O acaso sería la satisfacción de crecer cada día en la lucha diaria por alcanzar una meta. O la posibilidad de vivir plenamente en el camino, con sus angustias y sus satisfacciones. ¿Qué te mueve a ti? Mejor aún, ¿qué quieres que te mueva? Algunas motivaciones nos ofrecen la posibilidad de acercarnos a la felicidad, otras no, ninguna pareciera garantizarlo. Finalmente, ¿cómo te queda la silla?  

Ahora puedes responder desde lo que realmente te mueve, no solo desde el resultado, indicador inevitable, siempre limitado y muchas veces miope; sino también desde lo que te mueve, desde quien eres. Tu silla no está sola. Tu y ella no están aislados del resto de las sillas de la organización, por lo general, toda organización te da la oportunidad de relacionarte tanto de manera formal como informal. ¿Pudiera, la forma en la que te queda tu silla, influir en la forma en la que te relacionas con otras sillas? Seguramente sí, como persona no eres ajeno a la motivación que genera tu relación con ella. Si la silla la ves como más grande, seguramente pudieras buscar hacer equipo con otras sillas chicas y grandes. 

Tener conciencia de nuestra pequeñez frente a nuestra silla nos abre la posibilidad de reconocer que no sabemos todo, que existe mucho por hacer, que solos no podemos y que requerimos de los demás para crecer. Si por el contrario, nos percibimos más grandes que la silla, corremos el riesgo de sentir que no necesitamos de nadie, que todo lo podemos, que “ya la hicimos”. Ten cuidado, necesitas tanto de las otras sillas que es sólo a través de ellas que puedes definir el tamaño de la tuya. Tal pareciera que reconocernos más pequeños que nuestra silla nos ofrece posibilidades de continuar nuestro crecimiento, aspirando a la felicidad y relacionarnos con los demás desde la humildad.  Pero, ¿qué hay para los demás?

Desde tu silla, la silla de tu elección, aquella que has decidido tomar y vivir, puedes servir a otros a desarrollase y desde ahí servir las metas de la empresa. Sería temerario pensar que sentado en una silla incómoda tendrías la posibilidad de servir cabalmente a los que te rodean. Estar en la silla que has elegido te ofrece la posibilidad de contar con una visión sistémica, capaz de sentir y entender las necesidades de todos los públicos con los que te relacionas; en la silla elegida eres quien eres, no necesitas pretender o suplantar la persona que no eres. Sentarte en la que no te queda te invita a experimentar inseguridades y frustraciones que repercuten en estrés y ansiedad, que a su vez destruyen tu habilidad para conectar con los demás.  

La clave está en cómo te ves en referencia a la silla y cómo ves a los demás desde tu silla. El éxito está en que tú decides cómo te quieres ver.  

 

*Por Jaime García Narro, Decano Asociado de Educación Ejecutiva EGADE.

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