La innovación, a menudo asociada con ideas revolucionarias y productos disruptivos, es un concepto que suele malinterpretarse. Con frecuencia confundimos la imagen sofisticada de startups futuristas con la realidad de la innovación, probablemente menos glamurosa y más parecida a un proceso largo y errático, fruto de múltiples iteraciones.
¿Alguna vez has escuchado que la innovación es solo para startups o que requiere una inversión millonaria? Detrás de los mitos de la innovación se esconden una serie de creencias limitantes que obstaculizan la creatividad y el progreso en muchas organizaciones. Algunos de los mitos más comunes acerca de la innovación son:
Una de las creencias más arraigadas es que la innovación es dominio exclusivo de las pequeñas empresas emergentes. Si bien las startups a menudo son más ágiles y capaces de asumir riesgos, la innovación no es una cuestión de tamaño. Grandes corporaciones como Google, Apple y 3M han demostrado que es posible innovar de manera constante y a gran escala. La clave está en fomentar una cultura de innovación a todos los niveles de la organización.
Otro mito común es que la innovación es un proceso costoso que requiere grandes inversiones en investigación y desarrollo. Si bien es cierto que algunas innovaciones pueden requerir una inversión significativa, no es una regla general. Muchas innovaciones exitosas se han logrado con recursos limitados, gracias a la creatividad y la ingeniosidad de las personas involucradas.
La innovación no siempre es sinónimo de alta tecnología o grandes presupuestos. Las plataformas digitales han conseguido ser exitosas con bajas inversiones en infraestructura al conectar oferta y demanda de diversas índoles a través de Internet. Por ejemplo, Airbnb es la empresa de alojamiento más grande del mundo sin poseer ningún activo físico.
La creencia de que la innovación sigue un camino claro y predecible, desde la generación de ideas hasta la comercialización, es otro mito persistente. En realidad, el proceso de innovación es más caótico e iterativo. Las ideas evolucionan, los caminos se bifurcan y los fracasos son tan importantes como los éxitos, como ha demostrado la trayectoria de la compañía danesa de juguetes Lego. Aceptar la incertidumbre y estar dispuesto a pivotar son cualidades esenciales para los innovadores.
La imagen del inventor solitario que tiene una idea brillante (su momento eureka) y revoluciona el mundo es una romantización excesiva de la realidad. Lainnovación es un proceso colaborativo que implica a muchas personas con diferentes habilidades y perspectivas, una estrategia que sigue la consultora de diseño IDEO para crear soluciones centradas en el usuario. No todo es la tecnología; la diversidad de pensamiento es fundamental para generar ideas originales y resolver problemas complejos.
Innovar por el simple hecho de innovar no tiene sentido. La innovación debe estar alineada con los objetivos estratégicos de la organización y generar valor para los clientes. La innovación debe ser sostenible y escalable, no un ejercicio de vanidad. Proyectos como Google X, que se enfoca en tecnologías disruptivas como los coches autónomos y los globos aerostáticos de internet, son un claro ejemplo de cómo una gran empresa puede seguir siendo innovadora.
Para fomentar una cultura de innovación genuina, es necesario desmontar estos mitos y reemplazarlos por una visión más realista y práctica de la innovación. La innovación es un proceso continuo que requiere una mentalidad abierta, una cultura de aprendizaje y una disposición a asumir riesgos calculados.
En conclusión, la innovación es mucho más que una moda pasajera o una herramienta para generar titulares: es un viaje lleno de desafíos y oportunidades que requiere una combinación de creatividad, rigor y sentido común. Al desmitificar la innovación, podemos crear organizaciones más ágiles, competitivas y resilientes.
El autor es profesor de Emprendimiento e Innovación de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en El Economista.