La forma de vestir es un medio a través del cual reflejamos nuestra personalidad, por lo tanto, se vuelve un elemento clave en la primera impresión que generamos en los demás, es por ello por lo que algunas personas le dan valor a la ropa de diseñadores reconocidos, ya que puede ser considerada una señal de buen gusto y estatus social.
En este sentido, de acuerdo con el entorno de la persona y considerando variables como la región geográfica en donde habita, el nivel socioeconómico y la práctica profesional dan pauta a la selección de materiales y diseños que le permitan desarrollarse, así como marcar sentido de pertenencia a un grupo, al mismo tiempo que se diferencia de otros.
Detrás de la industria de la moda hay una gran inversión, ya que no se limita únicamente a la manufactura.
Además de lo anterior, en la etapa de comercialización se suman grandes producciones, como los desfiles de modas, que involucran profesionales de la industria del entretenimiento, convirtiendo en aspiracionales los modelos que despliega la industria como tendencia para “estar a la moda”.
La mayoría de las veces, los consumidores nos situamos frente a este escenario como espectadores, sin ser conscientes de lo que ocurre tras bambalinas. El impacto ambiental ha situado a dicha industria en el ojo del huracán, ya que ocupa el segundo lugar como la más contaminante.
Eso dejando fuera el impacto social, por ejemplo, la participación de niños en los procesos de fabricación, situaciones que, por lo general, son ignoradas por el consumidor promedio por lo que los esfuerzos de concientización y de prácticas de consumo responsable se ven minimizados ante los volúmenes de compra que promueve el consumismo entre aquellos que desean alcanzar el ritmo de las tendencias marcadas por sus modelos de conducta a seguir.
Lo anterior, sumado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y a un cada vez mayor número de consumidores conscientes, ha puesto a las grandes marcas de moda rápida, conocidas también como fast fashion, contra la pared impulsando el desarrollo de nuevas ideas de producción y comercialización de sus prendas.
Por ejemplo, el creciente número de plataformas que facilita la venta de ropa de segunda mano entre consumidores. Esta práctica fue exitosa con marcas de lujo, dejándolas al alcance de compradores aspiracionales a un precio más razonable y ahora se ha extendido a prendas de uso cotidiano en donde el argumento ya no es alcanzar un estatus social, sino crear la conciencia del cuidado del medio ambiente.
Recientemente ha surgido el concepto de moda consciente o sustentable. Esta se preocupa por el impacto ambiental y social que tendrá la prenda durante todo su ciclo de vida, es decir, desde su fabricación hasta que es desechada.
Por lo tanto, una de las principales características de la moda sustentable es que promueve la utilización eficiente de recursos y la reutilización de materiales, así como la fabricación de prendas de mayor duración y calidad que, junto con un diseño atemporal, extiendan el periodo de tiempo que el consumidor lo mantenga en su armario.
Las marcas tradicionales de moda rápida están reorientando sus prácticas hacia la creación de nuevos modelos de negocio, incorporando el Consumo Colaborativo de Moda (CFC) como una tendencia en la que los consumidores, en lugar de comprar nuevos productos, tienen acceso a prendas ya existentes, ya sea a través de alternativas sostenibles como intercambio o segunda mano, o a través de opciones de renta.
Algunas de las alternativas anteriores han surgido como iniciativas propias de los consumidores, particularmente de las generaciones más jóvenes que muestran una mayor preocupación por el medio ambiente.
Sin embargo, para otras generaciones algunos modelos de consumo colaborativo como el de la compra de artículos de segunda mano, tienen una connotación negativa considerando el contexto y las creencias en las que crecieron.
Esto nos da espacio para reflexionar sobre el discurso y la práctica de si estamos en sintonía los consumidores y las marcas para adoptar nuevas formas de consumo y comercialización, finalizando la era del consumismo del fast fashion y dando paso al inicio de una nueva era de la economía circular y consumo colaborativo en la industria de la moda. ¿Estamos preparados?
La autora es profesora de la Escuela de Negocios y del Centro de Comercio Detallista del Tecnológico de Monterrey. Actualmente es candidata al doctorado en Ciencias Administrativas por la EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.