El engagement o compromiso de los empleados ha sido una preocupación constante de los departamentos de Recursos Humanos, pero hoy nos enfrentamos a un nuevo reto con la llegada de la Inteligencia Artificial (IA).
A cambios drásticos como la pandemia o las crisis económicas, se suma la irrupción acelerada de la IA, que vuelve a traer un gran reto a las empresas: asegurar la óptima colaboración entre los colaboradores y las nuevas tecnologías. Por ello, es importante conocer el impacto que tendrán estas tecnologías en los indicadores que miden el engagement.
En los últimos años, se ha intensificado el debate sobre la posibilidad de sustituir la labor humana con IA. Se estima que aproximadamente 47% de todos los trabajos que existen en Estados Unidos están en riesgo de ser sustituidos por el crecimiento de los robots y de la IA. Es por eso que se debe de encontrar la forma en que esta automatización se complemente con el trabajo humano, integrando la creatividad como un factor importante para el valor añadido que pueden ofrecer los trabajadores humanos del futuro.
El rápido crecimiento en el uso de de esta tecnología en las empresas y entre diferentes roles corporativos llega a cuestionar la supervivencia del capital humano frente a las nuevas tecnologías, lo que a su vez genera incertidumbre y afecta al engagement de los empleados. Un estudio reciente sobre el impacto de los software de IA estima que entre 47% y 56% de las tareas que se ejercen en las empresas serán afectadas, incluyendo trabajos que actualmente son de mayor ingreso.
La introducción de la IA ha detonado cambios importantes en diferentes industrias, sectores o áreas de la empresa. Por ejemplo, en los bancos, con los sistemas inteligentes de servicios al cliente, o en los despachos de abogados, con sistemas que ordenan y sistematizan en segundos lo que normalmente duraba días o semanas. Otro ejemplo es el sector retail, donde la IA se alimenta de búsquedas y compras anteriores, realizando recomendaciones con gran probabilidad de acierto.
De un modo similar, las áreas de Recursos Humanos transformarán sus procesos y prácticas, digitalizando operaciones como procesamiento de nómina, medidas de desempeño y diseño organizacional, entre otros. En todos estos ejemplos, es importante conocer los marcos regulatorios para abordar los riesgos asociados. No debemos olvidar que la IA y sus aplicaciones parten de los sesgos de las personas que inicialmente las desarrollaron. En última instancia, esta responsabilidad humana irá creciendo de manera proporcional para todos los aspectos.
Es normal que las nuevas tecnologías amenacen a determinados puestos de trabajo, en su momento ocurrió con la revolución industrial y con el arranque de las computadoras. Debido a la importante conectividad e interrelación que existe en todo el mundo, la IA representa una revolución tecnológica sin precedentes. El temor por parte de los empleados antes los nuevos paradigmas que plantea la IA impacta directamente el engagement. Este conflicto debe ser identificado y abordado por las áreas de Recursos Humanos de cualquier organización.
Como respuesta, las empresas deberían preparar a los empleados actuales en las competencias y roles que pueden desempeñar en conjunto con la IA. Esta serie de conocimientos y habilidades evitará que los futuros empleados no tengan cabida en las nuevas estructuras laborales y se vean excluidos de los trabajos del futuro. Finalmente, las organizaciones con fines de lucro buscarán incorporar la tecnología en los trabajos que puedan ser más eficientes y rentables ejecutados por un robot, un software o un algoritmo
Es evidente que se requiere un cambio de paradigma sobre cómo las áreas de Recursos Humanos ha de apoyar a los empleados en su evolución hacia tareas más tecnificadas, lo que propiciará nuevas habilidades en un mercado de trabajo altamente tecnologizado.
De acuerdo con investigaciones recientes, no existe evidencia sobre cómo la IA comprometerá los empleos del futuro. No obstante, asegurar la correcta coexistencia entre la IA y los empleados es imperativo para garantizar una atmósfera de trabajo constructiva, donde se las experiencias e ideas de los colaboradores sean integradas.
Los autores son profesor de Inteligencia de Negocios (Gilberto Olavarrieta Treviño) y profesor de cátedra (Carlos Rodríguez Maillard) de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en El Economista.