La Inteligencia Artificial (IA) se ha revelado como una fuerza tecnológica revolucionaria, desbordante de posibilidades y aplicaciones versátiles. Con las adecuadas predisposiciones para el procesamiento de información, la IA puede desarrollarse para explicar, razonar y adaptarse a la realidad que encuentra. Además, la IA ofrece una oportunidad a diversas disciplinas, incluida la medicina, de amplificar su impacto en la sociedad.
La destreza de la IA radica en su capacidad para imitar la inteligencia humana, como se vio en sus aplicaciones durante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, para aprovechar al máximo el potencial de la IA, es crucial integrarla con el desarrollo industrial de manera generalizada.
A medida que la IA continúa evolucionando, es esencial reconocer sus capacidades y limitaciones para garantizar su trayectoria positiva. La integración de los principios de la IA en un marco integral es vital para su desarrollo responsable y ético. A medida que avanzamos, se hace cada vez más evidente el papel crucial de la Inteligencia Artificial en la configuración de un futuro sostenible e innovador.
Sin embargo, como todas las maravillas tecnológicas, presenta desafíos y limitaciones. La IA destaca en la era digital por su capacidad para procesar y analizar grandes conjuntos de datos a velocidades impresionantes, siendo esencial en sectores como finanzas, salud, cadena de suministro y mercadotecnia. Sus análisis impulsan decisiones, optimizan procesos y predicen tendencias.
La habilidad de la IA en el Procesamiento de Lenguaje Natural ha dado origen a chatbots, servicios avanzados de traducción y herramientas de análisis de sentimientos, mejorando la comunicación y proporcionando retroalimentación en tiempo real.
La IA ha transformado interfaces al reconocer imágenes y voz, desde desbloquear smartphones con reconocimiento facial hasta asistentes virtuales activados por voz. Su capacidad de automatización abarca desde tareas simples hasta procesos de fabricación complejos. Además, en el entretenimiento, la IA ha elevado la experiencia de juego, y en la medicina, ha revolucionado el diagnóstico y tratamiento.
Entre las limitaciones que tiene la IA, encontramos que, a pesar de su poder computacional, a veces carece de sentido común, llevando a decisiones ilógicas. Su eficacia depende de la calidad de los datos ingresados; y aunque puede reconocer o simular emociones, no las comprende verdaderamente. También ha generado debates éticos sobre privacidad, toma de decisiones autónomas, y sesgos algorítmicos que, en el contexto de IA, se refieren a los prejuicios sistemáticos y no intencionados que pueden surgir en los resultados de un algoritmo debido a datos de entrenamiento no representativos o prejuiciosos. Estos sesgos pueden reflejar, perpetuar o incluso amplificar prejuicios y desigualdades existentes en la sociedad, como género, color de piel, edad, ética y transparencia, entre otros.
Entre otros retos y preocupaciones que plantea la IA se encuentra la automatización y el temor de que derive en pérdida de empleos aunque, visto desde otra óptica, también ofrece la oportunidad de reducir trabajos operativos y rutinas repetitivas, como la producción de un producto de consumo masivo, dando oportunidad a enfocar al talento en innovar e impulsar la creatividad.
Otro aspecto discutido entre los expertos son los modelos avanzados de IA, en particular las redes neuronales profundas (DNN, por sus siglas en inglés), modelos de aprendizaje automático inspirados en la estructura y función del cerebro humano, que hasta el día de hoy pueden resultar enigmáticos, pero con una aplicación práctica en los negocios y otras disciplinas. Además, como todos los sistemas digitales, la IA es vulnerable a ataques, y su desarrollo y despliegue requieren, por el momento, recursos significativos.
La perspectiva es crear un manifiesto de alcance global, no sólo local, que refleje el compromiso con la excelencia en la Inteligencia Artificial. Este manifiesto no sólo busca innovaciones tecnológicas, sino también un impacto social profundo y positivo. La meta es establecer un ecosistema de IA basado en ética, integridad y confianza. Nuestra visión es inequívoca: aspiramos a una IA que sirva al bien común, que sea de confianza y actúe con integridad en todo momento. Mirando hacia el futuro, nuestro objetivo es impulsar una IA que trascienda la mera tecnología y se erija como un instrumento para el avance y el bienestar de todos.
Finalmente, aunque la IA destaca en tareas especializadas, como lo es conducir un automóvil, crear una IA generalizada que tenga la capacidad de entender, aprender, aplicar su inteligencia a una amplia gama de tareas y problemas, al nivel de un ser humano, sigue siendo por el momento un objetivo distante.
El autor es profesor investigador en las áreas de Estrategia organizacional y Ciencia de datos de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.