El precio de renunciar al TLCAN
Mucho se ha hablado sobre qué perderían los países si se rompe el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero poco sobre el impacto en las empresas que dependen de las cadenas productivas de la región.
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En alguna ocasión, Harold Sirkin comentó que a medida que el entorno global de negocios se ha vuelto más complejo, la competencia ya no es entre empresas sino entre cadenas de suministro. Para prevalecer en el mercado no basta con vender el mejor producto o contar con la marca más atractiva. Hoy en día el éxito de las empresas depende de su habilidad para integrarse de manera eficiente en cadenas productivas globales que logren poner en el mercado sus productos con la mayor calidad, al menor precio y en los plazos requeridos.

El TLCAN ha favorecido precisamente este tipo de integración en nuestra región: al reducir o eliminar los aranceles aduaneros, las cadenas productivas se han reconfigurado buscando la mayor eficiencia posible, localizando cada función de la cadena en el lugar óptimo para ser llevada a cabo.

¿Cuánto nos costaría prescindir del TLCAN?

Un caso paradigmático es la industria automotriz, cuya mano de obra calificada de bajo costo ha favorecido la instalación de plantas armadoras globales en nuestro país para exportación. Aunque el ensamble final ocurre en México, varios componentes del automóvil cruzan la frontera norte más de una vez como insumos de producción. Esto resulta en una cadena global integrada que aprovecha al máximo los diferentes niveles de especialización de cada economía para generar el mayor valor agregado.

En efecto, el diseño y fabricación de un motor puede ocurrir en plantas en EUA, con insumos electrónicos provenientes de Canadá o México, para después ser enviado a una planta en México para su incorporación final en un automóvil que cruzará la frontera nuevamente para su venta en EUA o Canadá. También nuestro país provee autopartes para ensamble final en EUA, con venta en otros mercados como Europa o Asia.

Adicionalmente, la integración regional ofrece grandes beneficios logísticos por la cercanía geográfica que tienen nuestros mercados: un automóvil que sale de la línea de producción en una planta en México puede llegar a Estados Unidos en cuestión de días, comparado con varias semanas que puede demorar la importación de vehículos desde China. Este diferencial genera también menores niveles de inventario requeridos en toda la cadena si se importa desde México. La fotografía completa de esta industria es por supuesto más compleja, ya que varios insumos para plantas armadoras en México se obtienen de otras regiones económicas importantes como Asia o Europa. Sin embargo, el mayor valor agregado ocurre al interior del TLCAN con producción final en México.

Así lo demuestra un estudio reciente del Centro de Investigación Automotriz (CAR, por sus siglas en inglés), de cuyo análisis resulta que es 1,200 dólares más barato producir un automóvil en México que en EUA para su venta en ese país, y 4,300 dólares más barato producirlo en México que en EUA para su venta en Europa (considerando autos con precio promedio de venta de $25,000 dólares). Estos ahorros resultan de cuantificar los diferenciales en costo asociados con la manufactura, la importación de partes, la transportación al mercado final y las ventajas arancelarias asociadas con el TLCAN.

La tendencia seguirá, con o sin TLCAN

El corolario de esta historia es la forma en que las empresas toman ventajas de las diferencias entre países para lograr una configuración eficiente que les asegure el éxito en los mercados globales. Ello explica en parte por qué la actividad manufacturera en Estados Unidos ha ido en declive en los últimos 30 años, ciertamente favorecida por el TLCAN, pero fundamentalmente por la búsqueda de eficiencias en las cadenas productivas. Esto en un principio se consiguió moviendo una parte importante de la planta productiva de ese país hacia China y, recientemente, debido a los cambios económicos, hacia México.

EUA seguramente seguirá siendo una potencia de manufactura, pero mayormente de componentes y productos de alta especialidad, además de continuar su rol como centro de investigación, innovación y diseño de primer nivel. Esta tendencia para nuestro vecino del norte seguirá con o sin TLCAN en los próximos años, pero ciertamente con ventajas mucho mayores para las cadenas productivas de la región de continuar el TLCAN vigente.

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Mucho se ha hablado sobre qué perderían los países si se rompe el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero poco sobre el impacto en las empresas que dependen de las cadenas productivas de la región.
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En alguna ocasión, Harold Sirkin comentó que a medida que el entorno global de negocios se ha vuelto más complejo, la competencia ya no es entre empresas sino entre cadenas de suministro. Para prevalecer en el mercado no basta con vender el mejor producto o contar con la marca más atractiva. Hoy en día el éxito de las empresas depende de su habilidad para integrarse de manera eficiente en cadenas productivas globales que logren poner en el mercado sus productos con la mayor calidad, al menor precio y en los plazos requeridos.

El TLCAN ha favorecido precisamente este tipo de integración en nuestra región: al reducir o eliminar los aranceles aduaneros, las cadenas productivas se han reconfigurado buscando la mayor eficiencia posible, localizando cada función de la cadena en el lugar óptimo para ser llevada a cabo.

¿Cuánto nos costaría prescindir del TLCAN?

Un caso paradigmático es la industria automotriz, cuya mano de obra calificada de bajo costo ha favorecido la instalación de plantas armadoras globales en nuestro país para exportación. Aunque el ensamble final ocurre en México, varios componentes del automóvil cruzan la frontera norte más de una vez como insumos de producción. Esto resulta en una cadena global integrada que aprovecha al máximo los diferentes niveles de especialización de cada economía para generar el mayor valor agregado.

En efecto, el diseño y fabricación de un motor puede ocurrir en plantas en EUA, con insumos electrónicos provenientes de Canadá o México, para después ser enviado a una planta en México para su incorporación final en un automóvil que cruzará la frontera nuevamente para su venta en EUA o Canadá. También nuestro país provee autopartes para ensamble final en EUA, con venta en otros mercados como Europa o Asia.

Adicionalmente, la integración regional ofrece grandes beneficios logísticos por la cercanía geográfica que tienen nuestros mercados: un automóvil que sale de la línea de producción en una planta en México puede llegar a Estados Unidos en cuestión de días, comparado con varias semanas que puede demorar la importación de vehículos desde China. Este diferencial genera también menores niveles de inventario requeridos en toda la cadena si se importa desde México. La fotografía completa de esta industria es por supuesto más compleja, ya que varios insumos para plantas armadoras en México se obtienen de otras regiones económicas importantes como Asia o Europa. Sin embargo, el mayor valor agregado ocurre al interior del TLCAN con producción final en México.

Así lo demuestra un estudio reciente del Centro de Investigación Automotriz (CAR, por sus siglas en inglés), de cuyo análisis resulta que es 1,200 dólares más barato producir un automóvil en México que en EUA para su venta en ese país, y 4,300 dólares más barato producirlo en México que en EUA para su venta en Europa (considerando autos con precio promedio de venta de $25,000 dólares). Estos ahorros resultan de cuantificar los diferenciales en costo asociados con la manufactura, la importación de partes, la transportación al mercado final y las ventajas arancelarias asociadas con el TLCAN.

La tendencia seguirá, con o sin TLCAN

El corolario de esta historia es la forma en que las empresas toman ventajas de las diferencias entre países para lograr una configuración eficiente que les asegure el éxito en los mercados globales. Ello explica en parte por qué la actividad manufacturera en Estados Unidos ha ido en declive en los últimos 30 años, ciertamente favorecida por el TLCAN, pero fundamentalmente por la búsqueda de eficiencias en las cadenas productivas. Esto en un principio se consiguió moviendo una parte importante de la planta productiva de ese país hacia China y, recientemente, debido a los cambios económicos, hacia México.

EUA seguramente seguirá siendo una potencia de manufactura, pero mayormente de componentes y productos de alta especialidad, además de continuar su rol como centro de investigación, innovación y diseño de primer nivel. Esta tendencia para nuestro vecino del norte seguirá con o sin TLCAN en los próximos años, pero ciertamente con ventajas mucho mayores para las cadenas productivas de la región de continuar el TLCAN vigente.

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