¿Cuánto más emprendimiento necesita México?
Si bien México ha mejorado sus indicadores de crecimiento y competitividad, el emprendimiento sigue siendo una asignatura pendiente. La calidad debería prevalecer sobre la cantidad, y hacer del país un verdadero semillero de emprendedores innovadores.
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América Latina y el Caribe, junto con la región de África Subsahariana, exhiben las tasas más altas de personas involucradas en la creación de una nueva empresa, según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM). México, en su reporte de 2015, alcanza un 21% en la tasa de actividad emprendedora en etapas iniciales, indicador que mide la proporción de la población adulta directamente implicada en la creación de un nuevo negocio en los últimos 3.5 años. Esto es, uno de cada cinco mexicanos mayores de edad. Este indicador, además, ha crecido en los últimos años incluso por encima del promedio regional.

Sin embargo, no toda esta actividad emprendedora tiene o ha tenido un impacto directo en el desarrollo del país. Si bien hay un creciente dinamismo en cuanto al número absoluto de nuevos negocios creados, estos han tenido muy poco impacto en el crecimiento económico de los países dado su bajo nivel de innovación. El principal impulsor de la actividad emprendedora debería cambiar de un patrón de autoempleo y bajo valor añadido a uno de alto crecimiento transformador.

Dos países en la región sobresalen por sus indicadores de innovación y emprendimiento: Chile y Colombia. Estos países han desarrollado programas y políticas proemprendimiento que sortean la llamada trampa de la situación media, según la cual en un ambiente con mala calidad institucional y menor competitividad se da un número de emprendedores elevado, aunque poco innovadores y generadores de poco empleo. Podría ser el caso de México.

Para librarse de la trampa de la situación media, México precisa mejores políticas y programas que equilibren el número de empresarios, su capacidad de innovación y su ambición de crecimiento. El emprendimiento innovador, que incorpora un mayor desarrollo y uso de tecnología, o los modelos de negocio disruptivos (o la combinación de ambos), tienen una mayor posibilidad de éxito. Por lo tanto, el desafío es transformar este elevado número de emprendimientos en empresas más productivas, innovadoras y orientadas al crecimiento.

Previamente, se debe establecer un ecosistema que haga posible el crecimiento, no solo que incentive la creación de una plétora de empresas que genera poco impacto. Es así que países como Corea del Sur, Singapur o Israel han conseguido, en relativamente pocos años, impulsar un sector empresarial muy emprendedor basado en la innovación. Si bien México ha mejorado sus indicadores de crecimiento y competitividad, son sus emprendedores quienes habrían de tener un papel más relevante al generar empresas más competitivas. La calidad debería prevalecer sobre la cantidad, y así hacer del país un verdadero semillero de emprendedores innovadores.

Además de las redes informales, que son muy importantes en América Latina, ya que las empresas surgen muy conectadas con las familias, las redes formales son necesarias para construir un ecosistema que les ayude en el proceso de internacionalización, proporcionando recursos y herramientas adicionales para que sean más innovadoras y competitivas. En las escuelas de negocios trabajamos codo con codo con los fundadores de nuevas empresas para asegurar que desarrollan capacidades robustas de innovación y tecnología, que están conectadas con las grandes empresas, y también para atraer a más inversores de capital riesgo y capital semilla.

El Grupo de Investigación en Emprendimiento y Liderazgo de EGADE Business School colabora con socios académicos internacionales de la Global Network for Advanced Management y otras redes para entender cómo funcionan los ecosistemas de emprendimiento en América Latina y ayudar a los tomadores de decisiones a discernir qué elementos se requieren para crear ecosistemas más sólidos, eficientes y atractivos.

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Si bien México ha mejorado sus indicadores de crecimiento y competitividad, el emprendimiento sigue siendo una asignatura pendiente. La calidad debería prevalecer sobre la cantidad, y hacer del país un verdadero semillero de emprendedores innovadores.
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América Latina y el Caribe, junto con la región de África Subsahariana, exhiben las tasas más altas de personas involucradas en la creación de una nueva empresa, según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM). México, en su reporte de 2015, alcanza un 21% en la tasa de actividad emprendedora en etapas iniciales, indicador que mide la proporción de la población adulta directamente implicada en la creación de un nuevo negocio en los últimos 3.5 años. Esto es, uno de cada cinco mexicanos mayores de edad. Este indicador, además, ha crecido en los últimos años incluso por encima del promedio regional.

Sin embargo, no toda esta actividad emprendedora tiene o ha tenido un impacto directo en el desarrollo del país. Si bien hay un creciente dinamismo en cuanto al número absoluto de nuevos negocios creados, estos han tenido muy poco impacto en el crecimiento económico de los países dado su bajo nivel de innovación. El principal impulsor de la actividad emprendedora debería cambiar de un patrón de autoempleo y bajo valor añadido a uno de alto crecimiento transformador.

Dos países en la región sobresalen por sus indicadores de innovación y emprendimiento: Chile y Colombia. Estos países han desarrollado programas y políticas proemprendimiento que sortean la llamada trampa de la situación media, según la cual en un ambiente con mala calidad institucional y menor competitividad se da un número de emprendedores elevado, aunque poco innovadores y generadores de poco empleo. Podría ser el caso de México.

Para librarse de la trampa de la situación media, México precisa mejores políticas y programas que equilibren el número de empresarios, su capacidad de innovación y su ambición de crecimiento. El emprendimiento innovador, que incorpora un mayor desarrollo y uso de tecnología, o los modelos de negocio disruptivos (o la combinación de ambos), tienen una mayor posibilidad de éxito. Por lo tanto, el desafío es transformar este elevado número de emprendimientos en empresas más productivas, innovadoras y orientadas al crecimiento.

Previamente, se debe establecer un ecosistema que haga posible el crecimiento, no solo que incentive la creación de una plétora de empresas que genera poco impacto. Es así que países como Corea del Sur, Singapur o Israel han conseguido, en relativamente pocos años, impulsar un sector empresarial muy emprendedor basado en la innovación. Si bien México ha mejorado sus indicadores de crecimiento y competitividad, son sus emprendedores quienes habrían de tener un papel más relevante al generar empresas más competitivas. La calidad debería prevalecer sobre la cantidad, y así hacer del país un verdadero semillero de emprendedores innovadores.

Además de las redes informales, que son muy importantes en América Latina, ya que las empresas surgen muy conectadas con las familias, las redes formales son necesarias para construir un ecosistema que les ayude en el proceso de internacionalización, proporcionando recursos y herramientas adicionales para que sean más innovadoras y competitivas. En las escuelas de negocios trabajamos codo con codo con los fundadores de nuevas empresas para asegurar que desarrollan capacidades robustas de innovación y tecnología, que están conectadas con las grandes empresas, y también para atraer a más inversores de capital riesgo y capital semilla.

El Grupo de Investigación en Emprendimiento y Liderazgo de EGADE Business School colabora con socios académicos internacionales de la Global Network for Advanced Management y otras redes para entender cómo funcionan los ecosistemas de emprendimiento en América Latina y ayudar a los tomadores de decisiones a discernir qué elementos se requieren para crear ecosistemas más sólidos, eficientes y atractivos.

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