Creo que todos nuestros lectores estarán de acuerdo con que el cambio es la única característica permanente del mundo que nos ha tocado vivir. Muy anclados aún en esta pandemia tan terrible que sufrimos como humanidad, podemos tender a pensar que ésta es responsable principal del escenario de transformación en el que estamos inmersos en cualquier actividad, industria, mercado y circunstancia personal. Creo que ésta sería una visión parcial y errónea.
Desde que el primer ser humano, el Homo Habilis, empezase a poblar nuestro mundo hace ya 2.8 millones de años, la historia de la humanidad se escribe alrededor del cambio, la innovación y el progreso que han buscado las diferentes especies humanas que desembocan en la actual. Pero la velocidad del cambio y la transformación se ha ido incrementando, en una especie de Ley de Moore del cambio y la transformación, desembocando en lo que hoy podemos definir sin temor a errar como cambio exponencial, con la generación de incertidumbre en máximos históricos.
Mencionaba antes la pandemia como un acelerador de esta exponencialidad, y como un factor que ha transformado el mundo como lo conocemos y que nos ha obligado a una intensa reinvención de las maneras en las que trabajamos, aprendemos, nos relacionamos, ocupamos nuestro ocio y transformamos modelos de negocio en todas las industrias. Esa sería una visión parcial. Sin duda, en ese incremento de la incertidumbre tiene protagonismo la crisis sanitaria, económica y social que ha provocado la pandemia, pero es un fenómeno multifacético y permanente en el tiempo.
Sin ánimo de ser exhaustivo, me permito compartir algunos de los principales factores que impulsan la transformación y están en el origen de esa incertidumbre incremental que titula este artículo.
La tecnología es un factor central al cambio y un avance del talento humano que nos permite ofrecer soluciones a problemas comunes y gigantes, beneficiarnos de productos y servicios más sofisticados, mejor distribuidos y a precios competitivos (salvo repuntes de la inflación y crisis energéticas y logísticas como los que vivimos hoy) y facilitar nuestro trabajo, aprendizaje, comunicación y ocio, entre otros. Para entender el impacto de la tecnología, pensemos que hoy en nuestro bolsillo contamos con dispositivos móviles que pueden multiplicar la capacidad de computo de la sala de control de Houston que puso en la Luna la primera nave tripulada en 1969.
Los nuevos escenarios y mercados de trabajo son tambien un eje enorme de transformación. En mi generación, el escenario habitual que vivíamos era el de educarnos, trabajar (normalmente en un o pocas empresas) y jubilarnos en el ocaso de nuestra carrera. Hoy estos escenarios ya no existen, La creciente longevidad del ser humano retrasa la jubilación junto a la incapacidad de los sistemas públicos de seguridad social de financiar poblaciones crecientemente longevas. La definición de empleo se transforma de manera ágil y vemos ya como habitual el “free lancing”, el compaginar diferentes empleadores, el emprender, trabajar por cuenta pripia y volver a emprender, el trabajar de manera remota (el 30% de los trabajadores americanos ya estaban en trabajo remoto antes de la pandemia) y el formar parte de equipos multigeográficos e híbridos o remotos ya es escenario habitual.
Alineado a lo anterior, el talento cobra una importancia extraordinaria a la hora de desarrollar ventajas competitivas en organizaciones de todo tipo. A las tradicionales fuentes de ventajas competitivas del modelo de Porter, costo o diferenciación, se une o sustituye el talento, elemento escaso en muchas industrias y geografías enfocadas en la economía del conocimiento. Este talento, el que llega a las universidades y empresas, el que aporta valor en organizaciones sociales, el que emprende buscando soluciones a grandes problemas de la humanidad, ha cambiado de manera profunda. El propósito que aportan las nuevas generaciones ha cambiado y hoy, en una entrevista a un candidato, suelo recibir una pregunta que sustituye la anterior preocupación por el sueldo y la carrera profesional, la pregunta más formulada en mi experiencia es la de cómo “el empleador o empresa” aporta a dar respuesta a grandes problemas como el cuidado del planeta, la generación de oportunidades, un capitalismo más consciente o la diversidad o inclusión.
Estás son sólo algunas fuentes de cambio y transformación. Si unimos a esto la crisis logística, de materias primas, el cambio climático y su impacto creciente, la grave situación geopolítica, los populismos que gobiernan muchas sociedades y la crisis de liderazgo que nos azota, podemos completar la foto de incertidumbre y cambio como elemento permanente.
La capacidad de gestionar en este entorno cambiante se ha convertido ya en una de las principales competencias requeridas hoy para navegar con garantía nuestros entornos. Los modelos educativos basados en competencias (los conocimientos se incluyen en la definición de competencias) son hoy más necesarios que nunca y la capacidad que todos debemos tener de diseñar el futuro, a través d nuestra actividad y propósito, nos ayudarán a tener éxito en estos entornos tan exigentes. Suerte.
El autor es Vicerrector Ejecutivo de Asuntos Académicos, Facultad e Internacionalización del Tecnológico de Monterrey y Profesor de EGADE Business School.
Artículo originalmente publicado en El Financiero.