La economía global vive una vorágine de transiciones que afectará eventualmente a todos. Estas transiciones no son nuevas, pero profundizarán su impacto en los negocios y la sociedad: la automatización, que será de altamente disruptiva para el empleo y la productividad; la demografía, que en México tocará techo en menos de un lustro; las capas generacionales, algunas que llegan al mundo laboral, como la generación Z, y otras que ya alcanzan la edad mediana, como los millennials; y el sentimiento de abuso de las cúpulas hacia las masas, una transición que augura efectos más duraderos y profundos en el tejido social.
Pese a estas tendencias, el mundo disfruta en la actualidad de una estabilidad somera. Ni la tasa de desempleo, ni los niveles de tasas de interés, la inflación o los déficits fiscales se encuentran en límites preocupantes. No obstante, en 2020 persisten algunos riesgos económicos a nivel global:
Los mercados de futuros prevén que las tasas de interés se mantengan por debajo de las tasas de crecimiento económico por varios años más. El objetivo de la Fed, por ejemplo, se ha reducido de 3% a 1.5% a largo plazo y la mayoría de los países de la OCDE siguen la misma línea. Una razón es la alta sensibilidad de las economías a las alzas en tasas.
A finales de 2016, los países de la OCDE tenían en sus bancos central balances del activo por 20.5 trillones de dólares, cuando comenzó la estrategia de expansión cuantitativa (quantitative easing-QE), que es la dirección que llevan ahora (como referencia, el PIB mundial cerrará el año en torno a 87.5 trillones de dólares). ¿Cuál ha sido entonces la política monetaria expansiva? Los balances de los bancos centrales de las economías que llevaron a cabo la estrategia del QE se agrandaron por un total de 12 trillones de dólares. Solamente en EE. UU., Reino Unido, la Unión Europea y Japón, éstos pasaron de 3.7 trillones en 2008 (un 8% de sus PIB) a casi 14 trillones en 2019 (un 33% de sus PIB). Se espera que el 2020-21 vea incrementos de nuevo.
Un riesgo muy palpable de la (inédita) política del QE es que caiga (por abundancia) la confianza en el dinero como medio de resguardo de valor y se busque sustituir su función en otros bienes, claramente los activos reales como terrenos y edificios, acciones de la bolsa, el oro y los metales, e incluso los bonos y el crédito.
En este escenario bursátil global, se espera que crezcan las EPS (earnings per share) alrededor de un 3-5% este año en los EE. UU. (hasta un escenario positivo de 8%, ó 177 dólares por acción en el SPX.
Nunca había habido una brecha tan grande de EPS entre las big tech (Facebook, Amazon, Google, Netflix, Microsoft y otras tecnológicas) y el resto del índice del SPX y, solo hay dos maneras de cerrarlo: o aumentan las utilidades de las firmas de la economía en su conjunto o hay una mayor regulación en el actuar de las big tech. Para poner esta brecha en perspectiva, durante los últimos 5 años, las utilidades de los corporativos americanos han crecido casi al 0%, pero las de las big tech han crecido al 38% y se debe sobre todo a los buybacks, a los métodos agresivos de contabilidad y a sus estrategias impositivas. Las big tech se llevan un tercio de todas las utilidades del índice, lo cual es también una señal de que la economía se alenta, pues tecnología es el sector menos regulado.
A la luz de todo esto y de las distintas tendencias esperadas, los siguientes puntos parecen ser una rotación prudente del portafolio: