La hora de tomar un camino
El nuevo ciclo político es determinante para decidir el rumbo de México en la siguiente década
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Tras la resaca electoral, México se planta ante un nuevo ciclo político determinante para decidir el rumbo del país en la siguiente década. Durante el último sexenio, México registró un importante retroceso en competitividad–el principal termómetro del crecimiento económico y el bienestar venidero— frente a otros países del mundo (perdió 19 lugares en el ranking IMD de Competitividad Global hasta el puesto 51º), mientras que en el Índice Global de Innovación de WIPO, pese a que subió tres lugares, se situó en una mediocre posición 58. Si tomamos el Índice de Percepción de Corrupción, México volvió a caer este año tras haber reculado 28 posiciones en 2017. Este grave retroceso en estos indicadores clave amenaza con enquistarse si no se toman medidas urgentes.

Con una economía aquejada de problemas y retos estructurales, pero con un potencial indudable, el desempeño de México depende tanto de continuar participando en el sistema global como de una gestión de la complejidad interna que accione los incentivos para la modernización del país. Los nuevos gobernantes deben propiciar la transición urgente hacia una economía del conocimiento basada en la innovación, el emprendimiento, la competitividad y el fomento del mercado abierto.

Como se demostró en los dos siglos precedentes en países como EEUU, la inversión en educación y conocimiento (I+D+i) es la mejor política de largo plazo que puede implementar un país, al traducirse en un aumento de las competencias de la fuerza laboral y la innovación, y, con ello, de la productividad. Cada nueva generación de mentes brillantes son los innovadores del futuro. La era de la maquila y el petróleo quedó atrás. Las ideas, el conocimiento y las nuevas competencias de la fuerza laboral son los principales instrumentos que tiene México para competir a nivel global.

El factor humano y la educación devienen más importantes, si cabe, en el contexto de la actual Cuarta Revolución Industrial. La automatización y la inteligencia artificial están ya arrasando con miles de empleos de baja cualificación. En los próximos años, los robots asumirán las tareas repetitivas y predecibles que realizan hoy miles de trabajadores, mientras que los humanos se ocuparán de tareas cognitivas superiores para los que requieren un nuevo conjunto de conocimientos y competencias: creatividad, innovación, pensamiento crítico, toma de decisiones en entornos complejos, empatía, inteligencia emocional, trabajo en equipos multidisciplinares, globales y remotos, etc. En la carrera por la competitividad global del talento, los mexicanos deben apostar por sofisticar y actualizar sus habilidades y capacidades, y enarbolar la bandera de algo tan mexicano como la creatividad.

Mientras los gobernantes intentan formular políticas para hacer frente a esta transformación estructural, el tsunami de cambios culturales que se avecina tendrá implicaciones en todas las industrias. Innovaciones como el el big data, el Internet de las Cosas, las fintech, el blockchain, la robótica o la ingeniería genética y genómica ya están difuminando las fronteras entre lo físico, lo digital y lo biológico, y redefiniendo la misma naturaleza de lo humano.

Ante este cambio de paradigma, ya no funcionan las fórmulas del pasado. Urge creatividad en todos los ámbitos, innovación en la educación y fomentar que las ideas se pongan en práctica: urge promover el omniemprendimiento como modelo para el crecimiento económico y la creación de empleo. Necesitamos mejores políticas y más recursos para incentivar a los miles de emprendedores mexicanos que están respondiendo a estos retos creando nuevas y mejores soluciones para nuestros problemas.

Este cometido no será exitoso si no va acompañado de un fortalecimiento de las instituciones (también en grave retroceso), de un ambiente de competitividad saludable, garantizando la independencia de las institucionesy el que actúen con transparencia y rendición de cuentas, y con un sistema de contrapesos que combata las lacras de la corrupción y la impunidad que tanto daño hacen a México.

Desde las instituciones y organizaciones debemos transmitir asimismo la visión de un liderazgo responsable para crear valor compartido y transformar los negocios y la sociedad hacia un modelo de prosperidad y de combate a la desigualdad. Fruto de los nuevos paradigmas económicos, la colaboración se va a profundizar en todos los ámbitos, aprovechemos la oportunidad para que sociedad civil, sector público y sector privado hagamos de esta voluntad de cambio y renovación una realidad que inspire y cambie, esta vez para bien y de verdad, la vida de los mexicanos.

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El nuevo ciclo político es determinante para decidir el rumbo de México en la siguiente década
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Tras la resaca electoral, México se planta ante un nuevo ciclo político determinante para decidir el rumbo del país en la siguiente década. Durante el último sexenio, México registró un importante retroceso en competitividad–el principal termómetro del crecimiento económico y el bienestar venidero— frente a otros países del mundo (perdió 19 lugares en el ranking IMD de Competitividad Global hasta el puesto 51º), mientras que en el Índice Global de Innovación de WIPO, pese a que subió tres lugares, se situó en una mediocre posición 58. Si tomamos el Índice de Percepción de Corrupción, México volvió a caer este año tras haber reculado 28 posiciones en 2017. Este grave retroceso en estos indicadores clave amenaza con enquistarse si no se toman medidas urgentes.

Con una economía aquejada de problemas y retos estructurales, pero con un potencial indudable, el desempeño de México depende tanto de continuar participando en el sistema global como de una gestión de la complejidad interna que accione los incentivos para la modernización del país. Los nuevos gobernantes deben propiciar la transición urgente hacia una economía del conocimiento basada en la innovación, el emprendimiento, la competitividad y el fomento del mercado abierto.

Como se demostró en los dos siglos precedentes en países como EEUU, la inversión en educación y conocimiento (I+D+i) es la mejor política de largo plazo que puede implementar un país, al traducirse en un aumento de las competencias de la fuerza laboral y la innovación, y, con ello, de la productividad. Cada nueva generación de mentes brillantes son los innovadores del futuro. La era de la maquila y el petróleo quedó atrás. Las ideas, el conocimiento y las nuevas competencias de la fuerza laboral son los principales instrumentos que tiene México para competir a nivel global.

El factor humano y la educación devienen más importantes, si cabe, en el contexto de la actual Cuarta Revolución Industrial. La automatización y la inteligencia artificial están ya arrasando con miles de empleos de baja cualificación. En los próximos años, los robots asumirán las tareas repetitivas y predecibles que realizan hoy miles de trabajadores, mientras que los humanos se ocuparán de tareas cognitivas superiores para los que requieren un nuevo conjunto de conocimientos y competencias: creatividad, innovación, pensamiento crítico, toma de decisiones en entornos complejos, empatía, inteligencia emocional, trabajo en equipos multidisciplinares, globales y remotos, etc. En la carrera por la competitividad global del talento, los mexicanos deben apostar por sofisticar y actualizar sus habilidades y capacidades, y enarbolar la bandera de algo tan mexicano como la creatividad.

Mientras los gobernantes intentan formular políticas para hacer frente a esta transformación estructural, el tsunami de cambios culturales que se avecina tendrá implicaciones en todas las industrias. Innovaciones como el el big data, el Internet de las Cosas, las fintech, el blockchain, la robótica o la ingeniería genética y genómica ya están difuminando las fronteras entre lo físico, lo digital y lo biológico, y redefiniendo la misma naturaleza de lo humano.

Ante este cambio de paradigma, ya no funcionan las fórmulas del pasado. Urge creatividad en todos los ámbitos, innovación en la educación y fomentar que las ideas se pongan en práctica: urge promover el omniemprendimiento como modelo para el crecimiento económico y la creación de empleo. Necesitamos mejores políticas y más recursos para incentivar a los miles de emprendedores mexicanos que están respondiendo a estos retos creando nuevas y mejores soluciones para nuestros problemas.

Este cometido no será exitoso si no va acompañado de un fortalecimiento de las instituciones (también en grave retroceso), de un ambiente de competitividad saludable, garantizando la independencia de las institucionesy el que actúen con transparencia y rendición de cuentas, y con un sistema de contrapesos que combata las lacras de la corrupción y la impunidad que tanto daño hacen a México.

Desde las instituciones y organizaciones debemos transmitir asimismo la visión de un liderazgo responsable para crear valor compartido y transformar los negocios y la sociedad hacia un modelo de prosperidad y de combate a la desigualdad. Fruto de los nuevos paradigmas económicos, la colaboración se va a profundizar en todos los ámbitos, aprovechemos la oportunidad para que sociedad civil, sector público y sector privado hagamos de esta voluntad de cambio y renovación una realidad que inspire y cambie, esta vez para bien y de verdad, la vida de los mexicanos.

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