El oro es universalmente aceptado (el mundo entero entiende lo que representa y acepta el valor que el mercado pide por él), aunque no produce ningún beneficio real para el inversionista, sino la tranquilidad de tener algo que, precisamente, puede vender en cualquier momento. Esto es, una liquidez casi inmediata, como la tienen solamente los instrumentos de gobiernos sólidos como los de Estados Unidos (EE. UU.), Inglaterra, Alemania o el propio efectivo.
Es esta característica lo que da un valor muy alto a tenerlo, y es por eso también que, para efectos de un portafolio de inversión, siempre podría venir bien algo de oro.
Como la oferta de oro es limitada, eso hace que su demanda presione los precios al alza, cuando el mercado tiene miedo de un revés económico. Como además el metal suele tener una correlación alta con la inflación, sirve de hedge contra ella, y quizás en parte por eso es que hoy está tan caliente.
En lo que va del año, el oro ha reportado una ganancia de 65 % en dólares, más del doble del siguiente ganador (los mercados emergentes, lo cual también se explica, al menos en parte, por el oro y los llamados commodities, que se encuentran en abundancia en ellos) y casi cinco veces lo que ha dado la bolsa americana (un 14 %).
Ha habido recientemente cinco mercados bull del oro: dos en los 70, uno después del 2008, otro previo a la pandemia y el actual, que comenzó en 2022. En cada uno, el metal gana un 37 % anual por dos a cuatro años (es decir, cuadruplicas tu dinero). Durante esos bulls, el dólar pierde 3 % anual, los treasuries ganan 4 % y la bolsa americana gana 5 % anual en promedio. Es una buena inversión, sin duda, el oro en esas ventanas.
Muy distinto le va en todas las épocas, es decir, sin distinguir ventana alguna. En 100 años, el oro ha dado un 5 % anual vs. 10 % para la bolsa en EE. UU. (cerca de un 7 % anual los últimos 25 años). Y dice Warren Buffett que, desde que terminó la Segunda Guerra, tendrías un valor de un centavo en oro por cada dólar que ganaras por haber invertido en la bolsa.
Esta relación inversa del oro y el dólar es lo que ha hecho que todas las bolsas del mundo, en términos generales, estén ganando más que la americana —incluyendo la nuestra— y estos ciclos suelen durar, como se mencionó, unos cuatro y hasta seis años. Parte se explica por el riesgo percibido en las políticas comerciales de Trump y lo que generará de inflación con ello.
Un tren de ideas suele acompañar estos períodos: tasas americanas bajando por una economía que se ralentiza, el dólar se deprecia, el oro se aprecia, así como los demás commodities. Con ello empieza a hacer sentido invertir fuera de EU por un tiempo (por ejemplo, en países emergentes), mientras el efecto pasa.
Ya en este momento el precio del oro está caro (arriba de 4 000 USD/oz. y casi 25 % arriba de su récord en 1980, de 3 000 USD en términos reales), pero si las condiciones permanecen, podría seguir subiendo un tiempo. De cualquier forma, no conviene asignar más de 10 % del portafolio total a esta inversión, pues los reveses históricamente han sido repentinos.
Existen 244 000 toneladas de oro probado, casi una onza por cada habitante del planeta, para un valor total de 32 billones de USD (un 30 % del total lo tienen los bancos centrales). El rey Salomón recibió 25 toneladas de oro por cada uno de los 39 años que reinó, es decir, unos 192 billones de USD al día de hoy. El conquistador español Pizarro encontró un cuarto del rey Atahualpa de Perú lleno de oro, o unos 300 billones de USD de hoy.
El oro siempre ha sido una referencia de salud y de riqueza, y muy fácil puede uno deslumbrarse con él, pero es bueno volver a lo básico: fijar un presupuesto realista de retornos anuales y apegarse al plan con alguna flexibilidad mesurada… no vaya uno a sacar el cobre.
Artículo publicado originalmente en El Norte.