Más allá del salario mínimo, ¿con cuánto podemos vivir una vida digna?

Conocer las necesidades para la vida digna y cuánto cuesta satisfacerlas es esencial para la estrategia de gestión de talento.
Ética
Sostenibilidad
Christiane Molina
2 Octubre, 2025

Hablar de salarios en México no solamente se trata de números, es hablar de la capacidad de las personas para vivir una vida con dignidad. Aunque el salario mínimo ha tenido incrementos relevantes en los últimos años, seguimos muy lejos de garantizar que la mayoría de las personas en el país puedan cubrir con los ingresos de su trabajo las necesidades básicas de su vida cotidiana.

Hoy, el salario mínimo general ronda los 8,500 pesos mensuales en la mayor parte del país, mientras que de acuerdo con datos del extinto Coneval el costo de una canasta básica de alimentos y de otras necesidades no alimentarias alcanzó aproximadamente 4,667 pesos mensuales para una persona (a precios corrientes de marzo de 2025). La brecha es evidente: millones de personas que trabajan de manera formal podrían satisfacer sus necesidades fundamentales, pero no necesariamente podrían garantizarlas para sus dependientes económicos.

La conversación pública suele centrarse en los avances del salario mínimo, pero un debate que debemos tener es: ¿qué entendemos por vida digna y cuánto cuesta sostenerla?

Diversos ejercicios académicos y colectivos ciudadanos han buscado responder a esta pregunta. Uno de ellos, el Estándar de Vida Digna, es desarrollado por profesores asociados al Centro de Empresas Conscientes del Tecnológico de Monterrey y busca primero validar la definición de vida digna que es vigente hoy en día, y a partir de allí estimar el costo de cubrir no solo la alimentación, vivienda y vestido, sino otras necesidades como el tiempo libre y la comunicación. Basado en el modelo británico Minimum Income Standard (MIS), este proyecto adopta un enfoque cualitativo con grupos de discusión en 4 etapas para consensuar qué significa vivir dignamente, qué productos y servicios se necesitan y cuál es el presupuesto para este nivel de vida.

Más allá del número que resulta de este y otros estudios, el desfase entre el salario necesario para vivir una vida digna y la realidad revela que el salario mínimo, como obligación constitucional, cumple una función legal y económica, pero actualmente no es un referente de bienestar. Ante esta situación, la solución requiere de la acción de múltiples actores.

Las empresas, como generadoras de empleo, conscientes de las limitaciones del salario mínimo pueden tomar la iniciativa. Y es que invertir en salarios justos no solo es un imperativo ético, sino también una estrategia empresarial inteligente: trabajadores mejor remunerados tienen mayor productividad, compromiso y estabilidad. Los costos de rotación y pérdida de talento suelen ser mucho más altos que el supuesto ahorro de mantener salarios bajos. Además, las nuevas generaciones valoran cada vez más a las empresas con responsabilidad social auténtica, y el salario digno es una de las expresiones más claras de ella.

¿Por dónde comenzar? Aquí encontramos propuestas que emanan de otro actor relevante, las organizaciones de la sociedad civil, particularmente el Colectivo Vida Digna que propone no solamente un monto de referencia para los salarios, sino también ha documentado el proceso que empresas aliadas han llevado a cabo para materializar el salario digno con sus colaboradores. Algunos de estos ejemplos invitan a comenzar con un diagnóstico de la situación actual, para identificar a quienes perciben salarios más bajos y posteriormente diseñar un plan para, gradualmente, llevar el salario a un mínimo de 13,400 pesos libres (monto que el colectivo estima para una familia de 4 personas en 2025).

También, del lado del gobierno, se requieren políticas públicas e inversión que fortalezcan los sistemas de salud y educación, por ejemplo, pues, aunque los participantes del estudio del Estándar de Vida Digna indican que el servicio público podría ser suficiente para la vida digna, de acuerdo con sus opiniones, esto sería válido solamente si la calidad de dichos servicios es la adecuada. En este sentido, la última Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares publicada por el INEGI muestra cómo el gasto en salud ha aumentado y que más de la mitad de las personas encuestadas recurrieron a médicos privados, principalmente en consultorios adyacentes a farmacias. Si esta tendencia continúa, por más esfuerzos que las empresas hagan para aumentar el salario, la brecha no necesariamente se cerrará por completo.

El debate sobre el la vida digna y los salarios que permiten costearla atañe también al futuro del país. Una economía que se soporta en trabajos con salarios bajos es una economía condenada al estancamiento, porque limita el consumo, frena la movilidad social y genera tensiones sociales crecientes. En cambio, un modelo basado en trabajos que generan ingresos dignos para las familias puede detonar un círculo virtuoso: mayor consumo interno, empresas más competitivas y ciudadanos con mayores oportunidades de desarrollo.

La propuesta sería cambiar el párrafo final, que está inconcluso, por este: “Para avanzar, este tema no debe quedarse en ejercicios académicos ni en discursos; debe traducirse en compromisos con objetivos medibles para evaluar su ejecución, con la intervención de todos los actores clave.

Artículo publicado originalmente en Forbes México.

Autora

Christiane Molina
Estrategia y Liderazgo

Profesora Investigadora del Departamento de Estrategia y Liderazgo